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EL HOMBRE Y LA HISTORIA EN EDUARDO NICOL 63 tencia que su mano, ni el alma tiene más ni menos existencia que el cuerpo. La diversidad de formas de ser no implica, en suma, diferen– cias )de grado en el hecho mismo de ser» 142, De esta manera, y a semejanza de la reforma que quiere llevar a cabo tanto en psicología como en antropología, también en la metafísica desea recobrar el ser espacial y temporal, la realidad visible y cambiante. Para E. Nicol, la metafísica ha de emprender un camino que tiene como principio el retorno a los hechos: «Es preciso volver a los hechos mismos», afirma una y otra vez de diversas maneras 143. Este ir al encuentro de los hechos es una necesidad metodológica, pues la realidad que va a ser conocida es la que condiciona el método. No tiene sentido ir al encuentro de la realidad, y, al mismo tiempo, suspenderla o negarla. Este encuentro supone, también, ir hacia los hechos sin presupuestos. Esto no quiere decir que haya de partirse de la nada, es decir, de un vacío ontológico o epistemológico. Pues no es lo mismo el caso de las ciencias segundas y el de la ciencia primera. Mientras aquéllas tienen su fundamento en supuestos ontológicos, ésta debe tener una evidencia primera expresa. No debe buscar su apoyo sino tenerlo, pues el fundamento ha de ser anterior a la ciencia primera: «Cuando partimos, disponemos de algo, y de algo positivamente dado y firme. Aquello que está en el origen es el fundamento de todo itine– rario posible. Y por esto el fundamento es común, aunque los itinerarios sean singulares e históricos ... Es evidente ... que si hay algo que no requiere exploraciones ulteriores, algo que se da con plenitud y auten– ticidad a la primera inspección, algo en suma que es esencialmente fenó– meno, esto es precisamente el ser» 1 4 4. Este punto de partida nos remite a los planteamientos que hemos reco– gido en nuestro anterior repaso histórico. E. Nícol se apunta decididamente a la línea de los filósofos milesios y, sobre todo, a la de Heráclito, rechazando la de Parménides. Siguiendo a los primeros, E. Nicol parte de la realidad, es decir, del ser que se nos muestra en la experiencia empírica. En ella apa– recen la diversidad y el devenir junto con la unidad y consistencia de los entes. En la experiencia sensible, directa, de la realidad, está claro que el principio de orden, si bien no aparece de modo inmediato, es constitutivo de la realidad misma, diversa y cambiante. En los datos de la experiencia se halla su racionalidad y, por tanto, el cambio y el tiempo son orden en la realidad. Explicando el principio de la «racionalidad de lo real», comenta E. Nicol 142 ME 146. Cf. me 79. 143 ih 63. En otro lugar de esta misma obra afirma: «Sin apartarse de los hechos, procediendo como la más auténtica y rigurosa ciencia positiva.'..» (p. 70). 144 ME 198. Cf. también 152-53, 205-6; me 118, 124; ih 71.
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