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38 MANUEL GONZALEZ GARCIA El se muestra buen conocedor de la historia de la filosofía. Pero la finalidad de su obra no es la de un historiador, sino la de un filósofo. En cada pensador que estudia o comenta, recoge sólo aquellos rasgos o ideas que le interesan. Se trata de un diálogo inducido, de alguna manera predetermi– nado, pues, por su medio, E. Nícol explica su propia idea de la filosofía. No se trata de manifestar erudición filosófica, sino de señalar aquellas indi– caciones, sugerencias o ideas de los filósofos que, si bien no poseen un relieve singular, ofrecen a E. Nicol ocasión de expresar su propia opinión. 4) Finalmente, hemos buscado, a lo largo de la exposición, la mayor claridad posible, tanto terminológica como conceptualmente, dentro de la fidelidad al pensamiento de E. Nícol. Ya él mismo señalaba la diferencia que se establece cuando habla un científico o un filósofo. En el caso del científico, «todo el mundo se muestra dispuesto a perdonar a un físico, o a un matemático, si su discurso resulta ininteligible». En el caso del filósofo, haga lo que haga, nadie parece quedar contento. Si se trata de temas técnicos, hasta el vulgo se siente con derecho a inter– venir, a pesar de la falta de preparación metodológica, y no perdona al filó– sofo técnico a quien no entiende. Y si el filósofo logra hacerse comprender, aun teniendo en cuenta la dificultad del tema, «quienes lograron entender se sienten casi decepcionados, reducen el valor de lo que entendieron, y desde luego se muestran dispuestos a discutirlo, ansiosos de exhibir opiniones per– sonales sobre el tema» 50. Por nuestra parte, hemos intentado alcanzar el máximum de claridad, teniendo en cuenta estas palabras de E. Nícol: «Si la puntualidad es la cortesía de los reyes, la claridad -se ha dicho– es la cortesía de los filósofos» 51 . 50 Las palabras que entrecomillamos en el texto pertenecen a FH 15. Puede verse también 17-18. 51 Ibíd.
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