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36 MANUEL GONZALEZ GARCIA 1) Como fenomenológica: partiendo de lo dado, de los hechos, de la evidencia pre-científica y universal del Ser. 2) Como dialéctica: porque lo dado está constituido realmente en su existencia por oposición y contradicciones, que nuestro conocimiento tiene que explicar sin recurrir a principios puramente especulativos. Teniendo en cuenta estas indicaciones, exponemos primero la actitud netodológica con que hemos de acercarnos a la realidad: retornar a los hechos , :n juicios metodológicos preconcebidos. Pasamos, luego, a analizar la fun– damentación dual de la metafísica (los dos absolutos: el Ser y la Nada), presentando, a continuación, las relaciones entre el ente contingente y el absoluto. La antropología es uno de los temas preferidos de E. Nícol y, para nosotros, terminó por convertirse en centro de reflexión al ser el hombre el sujeto de la historicidad. E. Nícol estudia al hombre desde su actualidad y desde su composición ontológica. Desde lo primero, el hombre está definido por su situación vital, en la que aparecen todas las determinaciones cualitativas temporales y espa– ciales. La obra fundamental a este respecto, Psicología de las Situaciones Vitales, es un diálogo inicial con la psicología moderna para analizar más tarde la temporalidad del hombre. Coherentemente con el método empleado en la metafísica, también en psicología procede mediante la experiencia o cono– cimiento inmediato, concreto, de lo vivido aquí y ahora, lejos de toda abs– tracción. Presentar la actualidad del hombre supone un larguísimo diálogo con Bergson, a través del cual emerge la temporalidad que vive el hombre en la situación vital, unidad en que se integran el sujeto y la circunstancia, lo personal y lo trans-personal, en un movimiento expresivo. Ontológicamente, y a fin de que puedan ser explicadas las mutaciones históricas, E. Nícol propone una concepción dual del hombre en la que cambia la tradicional explicación del mismo como acto (alma o espíritu) y potencia (cuerpo). Acto o ser serán en el hombre la vida natural o biológica junto con las potencias espirituales ya realizadas; y, al mismo tiempo, el hombre puede ser porque su ser no está formado definitivamente. El modo como el hombre actualiza sus potencias es la historia, cuyo cauce radical es la transformación de los vínculos entre el individuo y la comunidad. La «teoría de la mundanidad» es el marco que encuadra toda la condición humana al recoger y expresar la relación del yo (de cada hombre) con el no-yo. La causalidad histórica es prácticamente una conclusión de la ontología del hombre como ser histórico. Este presenta unos caracteres específicos den– tro del orden general de los entes, destacando por su indeterminación (es el ente más cambiante), lo que le confiere una dignidad óntica y ontológica preeminente. La causalidad histórica se explica por la trama de la necesidad, la libertad y la contingencia, que son los factores de la acción. Dentro de la causalidad histórica, es un punto importante estudiar la aparición de la «conciencia» de la historicidad. E. Nícol hace un repaso histó-
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