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EL HOMBRE Y LA HISTORIA EN EDUARDO NICOL 35 Como pórtico de los presupuestos fundamentales de la metafísica de E. Nícol, hemos recogido sus indicaciones sobre la aparición de la histori– cidad. No es una cuestión que él haya desarrollado ampliamente, pero existen suficientes pasajes en sus obras para poder presentar la profunda crisis que provocó el historicismo. El único modo de salir de tal crisis es la renovación de la metafísica. De ésta sólo hemos recogido lo que creemos que son presupuestos fun– damentales para una comprensión de la historicidad. E. Nícol los expone desde una doble vertiente: histórica y sistemática. En el recorrido histórico quedan reflejados los tres momentos más importantes que fijan la marcha de la metafísica en su historia. Los presocráticos, especialmente la contrapo– sición Heráclito-Parménides, son el momento clave para la futura orientación de la metafísica. Con Heráclito queda abierto el paso a las intuiciones pri– marias del ser y del devenir, pudiendo desarrollarse una correcta fenome– nología y dialéctica de la realidad. Con Parménides penetramos en el reino de la pura razón, sometiendo el Ser al pensar. El tiempo, por irracional, se divorcia del Ser y la metafísica se aleja tanto de las evidencias primarias, pre– sentes en la experiencia, como del mundo de las ciencias naturales. Con Par– ménides se quiebra el orden natural del conocimiento al juzgar que las eviden– cias primarias y comunes son engañosas. Por eso, es preciso emprender el camino mental que nos conduzca más allá de la realidad para descubrir al Ser. Platón y Aristóteles, al margen de las diferencias que distinguen sus filo– sofías, quedan atrapados por los principios de Parménides, especialmente por la irracionalidad del tiempo y el cambio. Ya no parten, sin más, de los hechos, :,íno que, junto con la evidencia de la realidad que es y es cambiante, aceptan la racionalidad formal propuesta por Parménides y desembocan en una con– cepción dualista del Ser -algo cambia y algo no cambia- y, por tanto, tam– bién del conocer, habiendo prevalecido en la historia la concepción de Aristó– tales sobre las teorías platónicas. Será preciso esperar a Leibniz para que reaparezca el dinamismo de la sustancia, y a Hegel para que rebrote la metafísica dialéctica y sea abandonado l principio de no contradicción. Hegel se alinea con Heráclito al aceptar la racionalidad del devenir. Pero, al mismo tiempo, sigue encadenado a Parmé– nides en cuanto mantiene la dualidad de absolutos que determinan un comien– , ,, apriorista y especulativo de la dialéctica. Esta parte histórica se completa con un esquema básico general en el que queda reflejada la solución tradicional que ofreció la metafísica sobre el problema del ser y del tiempo, de lo contingente y el absoluto. Con ello, ya estamos en disiposición de penetrar en la metafísica dia– léctica y fenomenológica de E. Nícol. No se trata de un acceso al Ser, que siguiera reputándose trascendente, intemporal e idéntico (Parménides) o iden– tificado con su contrario, la Nada (Hegel). E. Nícol propugna un cambio fun– damental, ya que el absoluto, el Ser, está presente de modo inmediato, afir– mándose la unidad de permanencia y cambio, de lo absoluto y lo relativo. Por ello, su metafísica se presenta:
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