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224 MANUEL GONZALEZ GARCIA relación epistemológica, que une al sujeto con el objeto y la relación lógica, que es la coherencia del pensamiento consigo mismo. Hoy, es una ganancia definitiva para el conocimiento la relación his– tórica, que vincula la verdad y la ley histórica. Pero tal vinculación ha perturbado profundamente la noción tradicional de verdad al enlazarla con la situación. Según E. Nicol, sólo la presencia de una nueva relación, la dialógica, soluciona los problemas originados por la historicidad. La rela– ción dialógica, al mostrar la integración inseparable de intención comuni– cativa y contenido significativo en el lagos, establece -el conocimiento y la verdad sobre una estructura tripolar: sujeto-objeto-sujeto. Y, con ello, surge la objetivación en la primaria inteligibilidad común. El hombre, en– tonces, también podría ser definido como el «ser de la verdad», al gozar todos los hombres de la común aprehensión o posesión del Ser mediante el logos. El conocimiento humano tendría dos fases: la pre-científica y la cien– tífica. Pero es muy diversa la explicación dada por E. Nícol respecto de la tradicional. En el fondo, toda la explicación está condicionada por la concepción metafísica del Ser. Partiendo de la ocultación del Ser bajo las apariencias, de su intemporalidad (que es la explicación tradicional), la base empírica sería imperfecta, inadecuada; estaría impregnada de doxa. Desde las verdades mudables y relativas habría que emprender el acceso al Ser, la conquista de las verdades de razón, donde reina la apodicticidad. Pero el camino recorrido por nuestras facultades no se desarrollaría de manera continua, sino que se cortaría bruscamente al pasar al reino del Ser. E. Nicol, partiendo de la presencia del Ser en los entes, afirma y de– fiende una primera aprehensión o intuición común del Ser, que ya es apo– díctica. Este conocimiento precientífico no requiere método alguno. Es un conocimiento esencialmente apofántico, que revela el Ser. El conocimiento científico nos muestra cómo es el Ser. Esta segunda fase del conocimiento es el campo donde se hallan todas las ciencias, que, para alcanzar la verdad, han de usar un método. La verdad de las ciencias, aun conservando siempre una cierta referencia al Ser, se torna cada vez más acusadamente creación humana (acción poética) y, por ello, más histórica. E. Nícol sitúa en la segunda fase del conocimiento la distinción entre doxa y episteme, cuya divergencia y enfrentamiento sólo podrán ser superados en tanto en cuanto se acentúe lo apofántico, la presencia de las cosas. Pero la historicidad, tal como la entiende E. Nícol, resulta casi in– comprensible, si no se tiene en cuenta la reforma de la filosofía que quiere realizar. Tal reforma es como el horizonte de su pensamiento, que afecta profundamente a la concepción del Ser y del hombre. En su filosofía, E. Nícol quiere reivindicar el valor ontológico de la realidad apariencia! mediante una reformación que va más allá de unos antecedentes y problemas filosóficos inmediatos para concentrarse en los

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