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212 MANUEL GONZALEZ GARCIA 2) El imperativo de la nobleza vital, que obliga a expresar la vetdad con pulcritud y arte. 3) El ser conciencia de la comunidad. Esta es la principal respon– sabilidad del filósofo, cuyo cometido no es tanto definir un bien absoluto sino mantener la tradición, en la que los niveles del valor humano (que se encuentran, en última instancia, en los valores vitales), unen a las co– munidades, diversas cultural y temporalmente. En esta labor es más im– portante el por qué se filosofa que el producto filos6fico concreto logrado. Unas palabras que resumen perfectamente esta labor de conciencia de la comunidad que ejerce el filósofo son éstas: «El filósofo es un hombre como los demás: no está por encima del bien y del ma:l, porque no está por encima de la vida, está como todos en el centro mismo dé la brega, y si pot algo tienen que distinguirlo en ella. los demás ha de ser por la manera de bregar: con Hbett:1?,!, sin. divisa ni bandera ni apoyo de ninguna bandería; con integridad, sin miedo, sin concesiones ni claudicaciones; por la moral del juego limpio, por su respeto del adversario; por el desprecio de las ventajas; por la intolerancia de las hipocresías, los subterfugios y los equívo– cos; por el horror de la crueldad, por la valerosa aceptación de la verdad. El .filósofo por vocación, el que ejerce una filosofía siguiendo un llamado de la vida, no ha de engañar a nadie, porque tio puede engañarse a sí mismo» 728. Pero, justamente, esta condición del filósofo de ser «conciencia de la comunidad» se convierte en un constante fracaso, al menos en el mo– mento actual, tal como ve la situación E. Nícol. Destaca él la vigorosa lucha que el filósofo lleva a cabo contra las comunidades dominadas por el temor, la codicia, d progreso, el provecho, la mediocridad y la infamia; sin recibir, a cambio de su siembra, fruto alguno que lo aliente, llegando a la conclusión de que «la misión de la filosofía \ha de ·ser revelar su propia insuficiencia» 121. Llegado a este punto, E. Nícol alude en sus reflexiones a la fe y a Dios, con lo que parecería querer abrirse a la trascendencia. Pero no es así. Si se refiere a Dios, es para resaltar la salvación que encuentra el creyente a través de su fe o para indicar la situación vital, menesterosa y humilde, del filósofo que, sin Dios, se queda ,en soledad 728. Pero, todo esto son, si cabe, disquisiciones más o menos interesantes. Lo decisivo sobre la inmanencia o trascendencia de la filosofía y su saber 726 va 19, 727 VH 18, Es llamativo c6mo¡ al lado del ideal del filósofo, coloca una y otra vez expresiones llenas de pesimismo: «Hoy en día el fil6sofo no llega él pueblo, a lás masas... Y si éstas lo dejan relativamente en paz, es porque el filósofo no alcatiza a inquietarlas» (VH 13); «La comunidad está vuelta de espaldas... Buscar el bien en cada lado es recibir lo peor de cada lado, ..» (VH 18). 728 VH 13-19.
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