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208 MANUEL GONZALEZ GARCIA b) Un prejuicio: que la contradicción era irracional (según la raciona– lidad parmenideana del ser). Como consecuencia, la racionalidad del ser determina su ausencia. Y, «la presenciá del ser de veras sería puramente noética, no empírica: es una presencia buscada. Lo primario en el orden del ser no es lo primario en el orden del conocer. La presencia no buscada, o sea el dato, es tan sólo ser-para-mí» 112. E. Nícol, disintiendo de toda esta corriente de pensamiento, cree que una correcta fenomenología no puede aceptar la equivalencia eritre la doxa (tal como la entendieron los griegos y el pensamiento posterior: pensa– miento vulgar, mudadizo, sin fundamento) y el conocimiento precientífico, que él ha descrito. Este último tiene tales características, especialmente en lo que se refiere a la apodicticidad, que está alejado y diferenciado esen– cialmente de la doxa vulgar u opinión personal. Según E. Nícol, tanto la doxa (es decir, la opinión), como la ciencia, parten de unos mismos datos fundamentales: los ofrecidos por el conoci– miento precientífico. E intentan explicarlos. Precisamente por esta unión con los datos precientíficos, episteme y doxa mantienen una cierta dimen– sión apofántica, que se perdería irremisiblemente si los interlocutores no hablaran de las mismas cosas, aunque luego no concuerden con sus opi– niones. La divergencia surge de la predominancia que adquiere la indivi– dualidad óntica de cada hombre, aumentando la importancia de la creación subjetiva, de la acción productora y oscureciéndose la mostración de la realidad. Es el «yo opino», el «parecer de quien conoce sobre lo cono– cido» na_ En el lagos de la opinión encontramos una doble referencia: 1) La representación de la realidad, que hace posible la comunicación e inteligibilidad de lo que se habla. 2) El representante personal, ya que la opinión sirve para definir a quien la expone. Por causa de esta presencia acusada del opinante, la opinión es más expresiva que la reproducción (operación científica). Pero también más in– segura, ya que es mayor la creación personal «poética» y está más oscure– cida la presencia de las cosas. La opinión y la ciencia, aunque no varíen estructuralmente, tienen marcadas diferencias, pues, en el orden epistemológico. Otra diferencia proviene del orden ético. Pues, mientras la ciencia procede metódicamente estableciendo un orden legal; solidario y común, la opinión o doxa se pierde en la anarquía y en la irresponsabilidad 714. 712 'Fenomenología y dialéctica', en Diánoia (1973) 57. Descartes y Husserl ven– drían a repetir fundamehtalmertte el mismó planteamiento (Cf. ME 176,77). 713 ME 180. 714 ME 180; me 105.

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