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158 MANUEL GONZALEZ GARCIA Este carácter convierte al hombre en ser de la vocación. Lo que pudo haber sido y no es no pasa a ser una relación extrínseca, sino que man– tiene su presencia en lo que está siendo el hombre. Con lo cual, el pasado (lo que era posible y a lo que se renunció, junto con lo que fue, pero ya no es), se incorpora al presente 5 25 . Esta no realización de posibilidades tiene una doble dimensión: a) Para juicios de valor sobre una vida. b) Para la dimensión ontológica, ya que el hombre se transforma en el curso de Ja historia. También tiene una interpretación propia para el hombre la posibilidad de la «generación» del ser a causa de la libertad y el carácter vocacional de todo hombre. Lo expresa E. Nicol con estas palabras: «Son posibles las posibilidades imposibles; es decir, aquellas que no puede realizar un sujeto determinado, pero que son posibles para otro sujeto» 526 . Todas las posibilidades humanas son comunes a todos los hombres. Pues bien, una alternativa que yo haya rechazado podrá ser cumplida por otro hombre. Aun en ,este caso, tal posibilidad seguirá siendo un no ser para mí, si bien haya sido por otro hombre. Teniendo en cuenta la rea– lización de una posibilidad, desdeñada por mí, en otro hombre, éste se convierte en una negación ontológica de mi ser. Y, de esta manera, pueden acumularse el no ser de una posibilidad no elegida por mí junto con el no ser de su realización en otro hombre. Y como todas las posibilidades humanas son comunes a todos los hombres, una vez realizadas, pueden convertirse en propias y ajenas. El hombre aparece así como ser paradójico, poseedor de la suprema contingencia y de la suprema excelencia ontológica. Gráficamente describe E. Nicol esta paradoja imaginando primero una escala ontológica ideal. Su cúspide estaría ocupada por un ente plenamente definido en su individualidad: es como es y todos los entes individuales de la especie gozan de un cómo uniforme. El otro extremo de esta escala ontológica estaría ocupado por el hombre, con la suprema contingencia de no poseer una modalidad de ser seguro al gozar de libertad. Pero, en otra escala ontológica, los extremos estarían ocupados por la libertad en el punto más digno , y en la base por la necesidad deter– minante. Y aquí el hombre tendría la suprema excelencia ontológica. Esta se manifiesta en la riqueza de alternativas de que goza el hombre: 525 Este carácter tan peculiar del hombre entra a formar parte de lo que denomina E. Nicol su «condición fáustica». Toma el nombre del mito de Fausto, en quien se eXipresaría esta condición temporal, libre, privativa del hombre, por la cual la vida es renuncia, pero aquello a lo que renuncia, es, decir, las alternativas abandonadas, nunca mueren definitivamente para el hombre, sino que están presentes como posibilidad tenta– dora de querer vivir la vida no vivida. Cf. 'El mito fáustico', en VH 46-62; 'El hombre y la duda', en Atlántida 7 (1969) 555-69. 526 PC 350..
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