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152 MANUEL GONZALEZ GARCIA propone la suya: «La razón de la historicidad del producto radica en la historicidad del ser que lo produce» 500. Explicado de una manera directa, el contenido esencial del hombre como ser histórico sería éste: «Es el ser mismo del hombre el que es histórico. Si no se acepta esta fórmula en su sentido radical, no puede quedar bien definido el sujeto de la causalidad histórica. Este sujeto es el hombre entero; lo cual implica que su ser entero es tan mutable como sus productos. Cambia la modalidad de la causa, y por esto cambia la modalidad de los efectos. Evoluciona el hombre, y, por esto evoluciona la cultura. Pero la evo– lución es sustantiva, no adjetiva. Pues la historicidad no es la capa– cidad de producir, de dejar en el mundo una huella que se consign;i a la historia porque ya es algo pasado, algo que dejó de ser; es más bien la capacidad de transformarse a sí mismo y de legar al futuro algo que pervive cuando ya no vive quien lo creó» 501 . Según esto, tenemos: a) El ser entero del hombre es tan mudable como sus productos: no se trata del reconocimiento de la simple capacidad de producción, es decir, el hombre como creador de productos culturales. Estos, precisamente, por ser productos, carecen de poder autónomo de evolución. Si la historicidad se refiriera sólo a los productos, no pasaríamos, en el hombre, de un nivel ontológico superficial, pues su vida, su mismidad, seguiría siendo estacionaria, reiterativa y uniforme. b) Cambia la modalidad de la causa, y por esto cambia la modalidad de los efectos: el hecho decisivo es la innovación, algo ya reconocido desde antiguo al hombre en su trabajo. Frente a la regularidad y uniformidad del trabajo de los animales (E. Nícol recuerda el ejemplo de las hormigas y de las abejas 502), el trabajo del hombre se distinguiría por ser «variado, inventivo, original». Y, de aquí, las inevitables preguntas «¿Cómo pueden cambiar las obras sin cambiar el productor? ¿Puede ser invariable una misma causa, cuando son variables sus efectos?» 5 0 3 _ c) Evoluciona el hombre, y por esto evoluciona la cultura: la vida humana no sólo está sometida a influjos exteriores, sino que posee la capacidad de renovarse y transformarse a sí misma. Sin esta previa trans– formación interior del productor, no se explican adecuadamente las trans– formaciones exteriores culturales. 500 ih 39. Algunas precisiones interesantes sobore la historicidad del ser del hom– bre, pueden verse en VH 296-99; PTP 9, 25, 43; 'La agonía de Proteo', en El hombre y su conducta. Ensayos filosóficos en honor de Risieri Frondizi {Río Piedras 1980) 270-78. 501 PC 198. 502 BC 199. 503 PC 197.
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