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EL HOMBRE Y LA HIS'I'ORIA EN EDUARDO NICOL 151 era igual en todos los individuos, y en todos era inalterable, cualquiera que fuese su época y su forma de vida» 496 . Dejando de Jado la dificultad inicial que supondría la explicación de la unidad funcional del ser del hombre compuesto de dos elementos dis– tintos esencialmente, E. Nícol indica, con agudeza, las conclusiones a que llegaríamos desde ese planteamiento: a) La historia sería algo accidental al hombre al ser inalterable su esencia 497. Si uno de los componentes del hombre permanece al margen de la historicidad, creamos una barrera ontológica en el hombre. Uno de sus componentes no explicaría el devenir, al mantenerse al margen del mismo, aunque sería la salvación del ser por su permanencia. El otro componente, de inferior rango ontológico, explicaría el proceso histórico, que es con– siderado como una amenaza para el ser. Además, la libertad, que perte– necería al núcleo inmutable del ser del hombre, sería la causa del devenir histórico en la producción actual (aunque no en su evolución). Y, así, la libertad se convertiría, al mismo tiempo, en algo «eminente y degra– dante». b) Se excluye al hombre del mundo de la causalidad, ya que si las mismas causas producen los mismos efectos, en la historia sería preciso afirmar que la misma causa produce efectos diferentes. c) Estaríamos abocados a fa irresponsabilidad del hombre en las cuestiones de causalidad, imputabilidad, culpabilidad, etc. Todas las cuali– ficaciones -y la existencia misma- pertenecerían al mundo del accidente y del cambio, y, por tanto, la sanción, el bien, el mal..., serían accidentes de la mismidad nuclear del hombre 498. d) Las mutaciones históricas, por accidentales, no serían transmisibles. No habría, por ello, continuidad ni filogénesis. La especie no sería cate– goría ontológica, al no poseer entidad propia 499. De aquí que E. Nícol, creyendo insuficientes estas dos explicaciones, 496 PC 196. 497 Cf. PC 318. Tal consideración de la historia sería la consecuencia de afirmar la intemporalidad del ser (cf. PC 202). 498 E. Nícol recuerda que ésta «irresponsabilidad», al igual que con&iderar la acción y la pasión como accidentes (según establecía Aristóteles en sus categorías), con– duce a considerar el cuerpo y la misma existencia como algo inferior ontológicamente. Cuanto depende del cuerpo es fugaz, transitorio. La misma existencia es «la. precaria, transitoria conjunción de lo temporal con lo eterno en el hombre, y la conjunción ha· de tomar la forma de una sumisión del alma ante "esa cosa mala" que es el cuerpo... ,> (PC 102). Con esta cuestión estaría unido el problema de la salvación de la existencia, que consistiría propiamente en negarla. Ahora bien, «la negación es una esperanza, si la promueve la idea de la inmortalidad; suprimida esta iidea, la negación es desesperación, y la historia no.· tiene sentido. En este esquema; Platón y.· el .cristianismo representan la redención de la existencia, ontológicamente degradada, en la finalidad trascendente; Hei– degger y Sartre (en El -Ser y la Nada) representan la misma degradación sin redención posible, inmanente o trascendente; y Marx representa un intento de restablecer el sentido propio de la existencia, asignándole a la historia una finalidad inmanente» (PC 203). 499 Para todas estas conclusiones que hemos indicado en el texto, cf. PC 196-200.
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