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150 MANUEL GONZALEZ GARCIA toria como forma ,específica de evolución dependería de que, mediante la causalidad biológica, pudiéramos explicar (mejor sería decir «no pudiéramos explicar») estos tres puntos: «1.º La aparición en el mundo de esos complejos de fenómenos que se llaman religión, política, derecho, arte y ciencia; 2.º la forma que corresponde a esos 'productos culturales'; y 3.º el hecho de que tales productos de la obra humana tengan, ellos mismos, un carácter evolutivo» 4 0 4 _ E. Nícol señala, en pocas líneas, la contraposición de los productos culturales y su evolución respecto a la evolución natural y orgánica, cuyas mutaciones, si existen, apenas son perceptibles, comparadas con los cambios que tienen lugar en los productos culturales. Estos han de ser entendidos no sólo como creación de cosas, instituciones, etc., sino también como una acción que recae bien sobre la propia naturaleza humana (como es el caso de la cultura física, la medicina, el deporte... ), bien sobre la naturaleza en general, a la que se altera para que se ada;Pte al ser vivo, mientras que los seres orgánicos se acomodan al medio ambiente sin transformarlo. Por todo esto, no duda E. Nícol en calificar 1a acción del hombre como «sobre-natural» porque ella actúa sobre lo natural y «debemos operar con un sistema sui generis de la causalidad, para dar cuenta y razón de un orden sui generis de fenómenos» 495 . Esta primera constatación no parece ofrecer mayores dificultades de comprensión y de aceptación. Otra cuestión, más difícil y controvertiáa, es determinar en qué consiste el ser histórico del hombre. Para E. Nícol hay dos opiniones rechazables: 1) Considerar al hombre como simple autor de productos históricos, permaneciendo inmutable su ser. Esta solución reduciría la historicidad a algo extrínseco al hombre, a unos productos que irían sucediéndose en el tiempo. La pregunta obvia es: ¿cómo fo inmutable, el ser del hombre, produce mutaciones? 2) Considerar al hombre como una unidad funcional de dos compo– nentes dotados de su propia esencia. Un componente, el cuerpo, y otro componente, invisible, que se hallaría tras el cuerpo, con su propia esencia también. Y, en ambos casos, las esencias respectivas 1 serían inmutables. Esta sería la explicación básica de la metafísica tradicional, que afirma «que la mutación en sus formas de actuar, si bien permite distinguir onto– lógicamente al hombre, no afecta a su ser de manera esencial. La .esencia 494 PC 193. Por descontado que E. Nicol se opone a tal pretensión. 495 PC 195. Hacia el final del capítulo dedicado a la causalidad histórica recoge en afirmaciones, como si fueran tesis, la doctrina expuesta anteriormente. Y en la p. 277 encontramos estas dos tesis: «1°,El mundo histórico es un orden racional: todos los fenómenos históricos tienen su causa»; «2", Las leyes de la naturaleza, físicas o bioló– gicas, deterministas o indeterministas, son inaplicables en historia».
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