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120 MANUEL GONZALEZ GARCIA Este desarrollo biológico, una vez alcanzado su más alto grado pasa a ser reiteración de funciones y sufre un paulatino desgaste 369. ' b) En ,segundo lugar, el hombre es también acto en cuanto ha reali– zado ya ciertas potencias espirituales de su ser. 2) Pero, no puede ser un «acto» pµro, porque si no, no sería temporal. Por eso, es poder ser, potencia óntica, vital o existencial. La tensión vital del hombre aparece precisamente porque se experimenta como un ser que no posee actualidad completa. En el presente se halla un «poder ser», que podrá o no ser actualizado y que luego quedará reflejado en la historia. Por– que puede ser, se dan las tensiones interiores. Y éstas tienen lugar en el orden espiritual. Lo propiamente humano no se inicia con el nacimiento físico, sino con la producción de novedades superiores a las biológicas, por– que «el plan de vida humano, el plan vocacional, sólo empieza a elaborarse cuando ya los otros planes orgánicos de vida están cumplidos o completos» 370. Esta potencialidad de vida espiritual es tan necesariamente inherente al hombre, que, suprimida, desaparece el hombre mismo. En contraposición con los caracteres de la vida biológica, esta vida espi– ritual es algo multiforme, libre y solamente pre-condicionado. Es cierto que existe una cierta necesidad originada por la base biológica y las posibilidades espirituales ya realizadas. Pero, la vida humana es actualizar potencias viviendo bajo el principio de la indeterminación, de la libertad y, por tanto, con un futuro 371. Porque el ser del hombre es irse completando, tiene una vocación radical, arraigada en la misma condición humana: «La vocación es el plan de elección entre esas posibilidades o potencias» 372 • Esta vocación se diversifica en dos vertientes: vocación de la vida y vocación de la muerte. «Aspira el hombre a co11r1pletarse, y ésta es su vocación vital, activa siempre dentro del límite, de su posibilidad o potencia; pero sólo se completa con la muerte, la; cual no agota sólo su potencia, sino su acto: su ser mismo. Hay pues en el hombre una doble vocación: la vocación de na vida y la vocación de la muerte. Ambas son opuestas, pero a la vez complementarias en la articulación de su existencia» 373 . 369 Cf. IH 31; VH 36, 297-98. 370 VH 36. 371 E. Nicol distingue claramente entre: a) El hombre que tiene potencia o posibilidades, que son radicales, ya que el hom– bre no tiene su ser determinado desde el principio. El ser del hombre es devenir y «su forma de ser es la existencia, la cual implica literalmente no sólo el ser actual, sino el desarrollo y aumento, y a veces la disminución, pero siempre la evolución» (VH 272). b) Todos los demás seres, que propiamente tienen «capacidad de desarrollo», no potencia. La «capacidades de desarrollo» están incluidas· en el primer momento de la existencia. Gráficamente afirma que, para tales, seres, «ontológicamente, /acere inítium es, en cierto sentido, lo mismo que /acere finem, o sea, llegar a la conclusión» VH 272). Cf también VH 273; A. Basabe Fernández del Valle, Filosofía del hombre (México 1973) 54-55; J. C. Torchia Estrada, 'Eduardo Nícol y la idea del hombre', en Cursos y con– ferencias (Buenos Aires 1953) 371; A. Cervera Espinosa, ¿Quién es el hombre? Antro– pología filosófica (Moorid 1969) 238-40. 372 VH 36; PSV 103, nota 17. 373 VH 36.
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