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Pasión y sueño y sangre atormentada, se ha muerto la nona sinfonía y nos brota en la sangre, hacia dentro, ahora nos crece hacia dentro un árbol de música y de sangre. Una voz inefable llena de alas, rota. Nos crece eterna y densamente un dios muerto en el alma. Sí. Tengo la mano en Dios pero ha perdido el misterio resonador de siempre el corazón. Se ha vaciado de tiempo el hondo pozo. Sólo queda un rumor lejano de aves, es una voz casi de madre, que nos llama hacia Dios, una voz impalpable, de amor, casi de sangre, que se muere, como un ave de infinita dulzura en el alma. Sí, tengo la mano en Dios, pero llevo clavada aquí en el cuerpo un ave negra, aquí, en el cuerpo, no, en el alma, aquí en el corazón, aquí, en la sangre, en la cabeza, aquí en el corazón, como una madre loca que devora a su hijo. Sí, tengo la mano en Dios y tengo como una piedra caída en el alma el gran silencio, como una piedra dura y fría caída, aquí en el alma. 43
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