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No te conozco La voz del amigo me heló el alma: "NO TE CONOZCO". Yo, "pobre virgen fatua", cansado de horizontes redondos y de niebla, traía la lámpara apagada. La lámpara apagada, a la hora de la espera. Ahogó la llama el viento del desierto. La voz de mi conciencia, la voz de Dios y del pecado me cercan con esos suicidas: ¡NO HAYTIEMPO! Ya era tarde. Llegó el esposo con la primera estrella. (Señor, Señor). Por siempre se cerró la puerta que nadie abre. Histérico, me fui llorando por caminos de fiebre. Eternicé en mi memoria, rudamente, el llanto de las vírgenes fatuas, como una fuente que brota. 19
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