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da perturbada a fines del siglo XVII y durante todo el siglo XVIII por un pequeño grupo de moralistas que se esfuerzan por resucitar la sentencia de los antiguos maestros. Más difícil aún es el problema planteado por aquellos otros moralistas que sostienen que el pecado no es obra servil, pero que quebranta gravemente el precepto de santificar las fiestas. Para estos autores el pecado no se dirige contra el precepto negativo de abstenerse de las obras serviles, sino contra el pre– cepto positivo de honrar y dar a Dios el culto debido. Pero aun entre los defensores de esta sentencia no hay perfecto acuerdo. Efectivamente, algunos enseñan que el pecado quebranta el tercer mandamiento por oponerse al fin del precepto dominical ; otros, en cambio, pretenden que lo quebranta por oponerse directamente y por profanar el tiempo sagrado 055). Hoy se enseña comúnmente que el pecado no es obra servil sino en sentido metafórico y, por consiguiente, que no quebranta el precepto de abstenerse de las obras serviles. Se defiende asi– mismo comúnmente que el pecado cometido en dia de fiesta no adquiere una nueva malicia de carácter grave contra el pre– cepto dominical. Con todo, creemos que hay que convenir con el cardenal De Lugo, Suárez y otros autores en que el pecado mortal cometido en, días de fiesta contme una nueva malicia de carácter leve contra la virtud de la religión por oponerse al culto debido al Señor en los días festivos. Quizá lo que más poderosamente llama la atención al estu• diar el problema del pecado cometido en los días de fiesta, es el comprobar que hasta el siglo XVI se consideró comúnmente el pecado como obra servil, opinión que, a partir del siglo XVI, ha venido rechazándose hasta nuestros días, en que se admite como verdadera la sentencia contraria. Y ¿qué pensar ahora de estas dos opiniones? ¿Cuál de las dos es la verdadera? No podemos admitir que estuvieran en el error los SS.Par dres y los grandes maestros del medievo; por otra parte, tam– poco nos es lícito pensar que sea errónea la sentencia que se viene enseñando por los más y mejores moralistas a partir del siglo XVI. Creemos más bien que ambas sentencias son verdar deras, cada una en su tiempo respectivo. Y lo explicamos. Se trata de saber si el pecado es o no es obra servil. Ahora bien, (155) Hemos afirmado poco más arriba que ésta es una cuestión de escasa importancia y que la oposición que existe entre ambas teorias es más nominal que real. En cambio, para Antonio de Córdoba, esta cuestión, según dejamos expuesto anteriormente, no carece de transcendencia. 70
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