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contra ia virtud de ia religión. Esta es la doctrina ensefi.ada y transmitida por los grandes escolásticos, doctrina que Patuzzi no quiere en modo alguno abandonar 028). Más aún, el pecado se debe contar entre las obras serviles. Patuzzi, es verdad, reconoce la divergencia existente entre la servidumbre del pecado y la servidumbre de las obras mecá– nicas o corporales ; pero no se puede negar que la servidumbre del pecado es una servidumbre real y verdadera, si bien de na– tumleza no corporal sino espiritual. Y lo demuestra con un argumento teológico. Efectivamente, Jesucristo es nuestro Sal– vador y Redentor no en sentido místico o metafórico, sino en sentido real y verdadero, puesto que nos libró de la servidumbre real y verdadera de,l pecado y del demonio. Por consiguiente, los pecados son obras propria y verdaderamente serviles. « Non– ne opera criminosa sunt opera physica, vera et realia, et qui– dem servitutís verae et realis, licet spiritualis? Inde Christus Dominus est verus, realis, non mysticu_s, non metaphoricus Red– emptor et Salvator, quippe qui nos a vera et re,aU servitute redemit. Sunt igitur peccata opera vere et proprie servilia, licet spiritualia... » ( 129 ). Por lo demás, lo que caracteriza a estos tres teólogos domi– nicos no es precisamente el enseñar que el pecado es obra servil, sino más bien el defender decididamente y con energía que los pecados mortales - no todos - profanan el día de fiesta, aun– que sin determinar con precisión a qué precepto particular se oponen (130). A estos autores se puede añadir el jesuíta Gabriel Antaine (1679-1743 ). Antoine defiende la sentencia de los antiguos, pero con cierta moderación y restricción, a semejanza de Noel Ale– jandro, Concina y Patuzzi. Efectiv,amente, Antoine cree que no todos los pecados mort,ales cometidos en día de fiesta con– traen una nueva malicia contra la virtud de la religión, sino solamente aquellos que implican una especial oposición o re– pugnancia con respecto de la santificación del día del Se– ñor ( 131 ). Aunque sin determinar la gravedad de la profana– ción del día festivo, Antaine, siguiendo las enseñanzas de los (128) PATUZZI I.V., Ethica christiana sive theologia moralís, Bassani 1790, t.IV , pars III, tr.5, diss.un, , cap.6, n,4, p.115, 029) Ibídem, n.6, p.116. (130) Noel Alejandro y, más en particular, Concina y Patuzzi estudian largamente el problema del pecado y decididamente concluyen que el pecato mortal profana gravemente el tiempo sagrado y quebranta el precepto dominical, demostrándolo con abundancia de documentación positiva (cfr. ALEXANDER, o.e., t.!I, lib.4, oap.5, art.6, reg.3,5,9, p.544s, 548; CONCINA, o.e., t.V, lib.1, diss.2, cap.2, p.24-30; cap.4, p.32-35; diss.3, cap.5, p.64-68; PATUZZI, o.e., cap.5, p.114-118). (131) ANTóINE G., Theologta moralis universa, Venetiis 1793, t.III, De vtrtute rell– olonts, cap.2, (1.3, p.'74s. 61

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