BCCCAP00000000000000000001093

decálogo. Es sobradamente manifiesto que no quebranta la parte positiva, puesto que ésta consiste en el culto externo determinado por la I glesi.a, es decir, en la audición de la santa misa (84). Tampoco quebranta el precepto de abstenerse de las obras serviles, ya que el pecado es obra servil en sentido metafórico y espiritual y no en sentido proprio y literal, y el precepto de abstenerse de las obras serviles se refiere única– mente a las obras que vulgarmente se llaman serviles, es decir, a aquellas que se encomiendan ordinariamente a los siervos (85). Como acabamos de comprobar, todos estos teólogos defien– den con decisión una doctrina completamente nueva, abierta– mente en pugna con la doctrina de los antiguos; pero en sus razonamientos es fácil descubrir una no ligera preocupación nacida del hecho, no ignorado por ellos, de que su opinión no cuenta a su favor con ningún autor antiguo. Por eso no pocos de los defensores de la nueva corriente tratarán de atraer hacia su partido a santo Tomás y a san Agustín o se empeñarán en que ni uno ni otro enseñaron las ideas que l,es hemos atribuído anteriormente (86). Tanto el Angélico como san Agustín habrían sostenido que e,l pecado es obra servil sólo en sentido místico y espiritual, y, por ende, el pecado no se dirigiría contra el precepto de abstenerse de las obras serviles ni tam– poco contra el precepto positivo que ordena el culto externo, sino únicamente contra el fin del precepto dominical, que, como tal, no cae bajo el precepto (87). Los iniciadores de esta nueva corriente han conseguido afianzar l?Pólidamente sus ideas, a pesar Jde encontrarlas en pugna con las enseñanzas de los antiguos. Los moralistas poste– riores, imbuídos plenamente de las nuevas ideas, darán muy poca importancia y, excepto Suárez y los Salmanticenses, tra– tarán muy brevemente del problema que nos ocupa: lo consi– deran ya casi plenamente superado. (84) Ibidem, p.142s. (85) Ibídem, p.143. (86) Véanse, por ejemplo, OAGNAZZO I., Summa Tabiena, pars I, Ctrcumstantia, n.12, p.246s; CAIETANUS, Summa theologica, II-II, q.122, a.4, en Opera omnia S.Tho– mae, t.IX , p.480, n.2; SANCHEZ TH., Consilta seu Opuscula moralia, t.II, lib.5, cap.2, dub.3, n.2, p.111; DE LUGO I., Dtsputationes scholasticae et morales, t.V, De poeni– tentia, iustitia et iure~ PQrisiis 1893, dis-p.16, sect.12, n.522, p.125; MAYOL L, Su1nma mora/is, en MIGNE, Tht!.ologiae cursus completus, t.XIV, co!.277; BILLUART O.R., Summa S.Thomae, t.IV, p.697ss; SALMANTICENSES, Cursus theologiae moralis, t.V, tr.23, cap.1 punct.11, n.228, p.309; S.R.BELLARMINUS, De controversiis chri'stianae fidei, t.II, he Ecclesia ti<lumphante sive de gloria et cultu Sanctorum, lib.3, cap.10, p.546. (87) El problema del pecado cometido en día de fiesta es bastante complicado. Se puede considerar como contrario al precepto negativo de abstenerse. de las _obras ser– viles, o al precepto positivo de santificar las fiestas, o al tiempo sagrado y, fmalment~, como contrario al fin del precepto dominical. También se podría considerar como contrario al tercer mandamiento por derecho divino o por derecho ecles_iástico. Los autores, .en general, no distinguen suficientemente todos estos aspectos o matices del pecado cometido ell día de fiesta. 49

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz