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nisio Areopagita, discípulo de san Pablo, en el que se verificaron 3, 4, 5, 7 milagros. O tuvieron una causa atmosférica: nubes interpues– tas (Orígenes), el sirocco negro (Lagrange, Dalman), nubes cósmi– cas (Godet), unas simples nubes de tormenta. Esta exége.sis, críticamente, no tiene salida. Si, por una parte, salva el sobrenaturalismo de la Biblia, por otra manifiesta que no se había llegado a una valoración madura de lo que es el milagro en relación con la "historia salutis" y más sencillamente que toda– vía no había llegado la hora de los "géneros literarios". La insa– tisfacción que dejan todas las sucesivas hipótesis es un indicio de que el punto de mira radicalmente tiene que ser distinto. b) El racionalismo se desentiende de todo cuanto sea evento milagroso, pero, al montar unas explicaciones "racionales", cae en una postura que oscila a veces entre lo ingenuo y lo ridículo. e) Una constante exégesis católica actual pretende llegar a una especie de compromiso, cayendo, inconscientemente por supuesto, en una exégesis que podríamos calificar de "semirracionalista". Consiste en salvar un mínimo, una reliquia de tinieblas (que aque– lla tarde fue una tarde oscura en Jerusalén), para que sobre esta base se pudiera escribir objetivamente del signo escatológico de las tinieblas. En esta trampa han caído las actuales versiones litúrgicas al reducir las inmesas tinieblas a "aquella tierra". Definitivamente, la exégesis debe liberarse de este historicismo falaz. Rigurosamente el exegeta no sabe si aquella tarde fue oscura, tormentosa... , no lo puede saber; lo que sí sabe es que el punto de mira de los evan– gelistas no va a testimoniar ningún suceso astronómico o atmos– férico, sino la "realitas" escatológica que acontece en la muerte del Hijo de Dios según estaba anunciado en momentos precedentes de la "historia salutis". 2. Las claves literarias extrabíblicas La literatura helenista (Weststein) y la literatura judía (Biller– beck) han sido convocadas en ayuda de los exegetas para inter– pretar la muerte de Jesús con la clave de tales "paralelismos". En realidad tales paralelismos son epidérmicos, puramente exteriores; no son paralelismos de fondo y de contenido, de manera que con rigor técnico, a nuestro juicio, no se puede hablar de "paralelis– mos". Para que así fuera tendrían que converger no sólo la forma u ornato literario, sino también el contenido de dentro; tendrían que encontrarse aquellos textos dentro de una concepción escato- 67
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