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3. Interpretación en tiempos de los grandes escolásticos San Alberto Magno interpreta las tinieblas en un contexto de .signos que manifiestan la divinidad del que padece y muere. Tiene comentarios a los tres sinópticos, pero este maestro, que "supo conciliar de modo admirable la ciencia divina con la sabiduría hu– mana", nos da la explicación técnico-científica del suceso contem– plado por Dionisia Areopagita en el comentario a Marcos (hacia 1275). Al no experto en ciencias de la naturaleza le resulta difí– eil traducir con propiedad los términos sencillos del lenguaje la– tino. Santo Tomás, que en sus obras ha citado, según los expertos, 1.702 veces a Dionisia, en la Summa (III, q. 59, a. 2) hace un cóm– puto de cinco milagros para explicar el relato areopagítico. San Bue– naventura, en su commentarius tn Ev. Lucae, sintetiza los prodigios en tres. Nicolás de Lira, en el siglo siguiente, en sus Apostillas (Postillae) nos da el sentir de Orígenes y san Jerónimo, "sed in hoc magis credendum est Dionysio". La autoridad areopagítica impera, y teólogos y predicadores se entregan a hipótesis sutiles para esclarecer aquel misterioso acon– tecimiento, exceso de los anunciadores de la Palabra que ha tenido un reproche concreto en la Divina Comedia (Paradiso XXIX, 91-102). La historicidad física de las tinieblas es un tema que ha preo– cupado grandemente a los medievales, pero no es, ni mucho menos, un tema exclusivo en su exégesis. Estos exegetas teólogos van en busca de teología. Un ejemplo: cuando san Alberto comenta el pa– saje sinóptico de las tinieblas, saca a colación esta serie de textos. Para Mateo: Am 8,9; Jl 2,10; Sab 17,19-20; Job 5,14; Gn 3,8; para Marcos: Am 8,9; Jl 2,10; Job 5,14; para Lucas: tenebrae factae sunt, Sal 17,19-20; Job 5,14; Ex 10,21; Lam 3,2; in universam terram, Sab 5,6; usque in horam nonam, Jn 3,19; et obscuratus est sol, Jr 15,9; Sab 17,5. Hablando de medievales, y en el tránsito al Renacimiento, no dejaremos de aludir a otros autores de orientación distinta según sus obras. Así, Ludolfo de Sajonia (t 1378) con su Vita Christi, el libro más leído en la baja Edad Media; san Bernardino de Siena (t 1444) con su Quadragesimale de christiana religione, cuyo ser– món 55 (más de 100 páginas en Opera omnia) es una especie de tratado De passione D.N.I.C. y san Antonino de Florencia (t 1459) en el Chronicorum opus, donde da dos breves explicaciones, ad litte– ram et spiritualiter. Para concluir el cuadro de la Edad Media hay que referirse a un interesante autor que vive en la Iglesia de Siria, que fue obis- 32

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