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COLECTIVO «ERESBIL» (ARCHIVO DE COMPOSITORES VASCOS -JOSE LUIS ANSORENA (DIRECTOR) Encontramos también otra razón entre las que hemos denominado cualitativas, y es que, con esta ponencia reivindicamos nuestro siglo XVIII musical, ya que se le ha venido ignoran– do habitualmente, o considerándolo peyorati– vamente, o, en el mejor de los casos, tomándo– lo como preparación al florecimiento en el pri– mer tercio del siglo XIX de la deslumbrante fi– gura de Juan Crisóstomo Arriaga (1806-1826). El historiador debe considerar el conjunto de su objeto de estudio con ecuanimidad, y sin de– jarse llevar por juicios de valor sujetos a modas y a otras diversas subjetividades. Además de que, si entráramos en este peligroso terreno de los juicios de valor, podríamos decir que, del estudio que venimos realizando sobre los años del setecientos, se nos revela cada día cuán errónea era la postura de despreciar su música, pues hay algunos autores que se nos van confi– gurando como auténticos hombres de su tiem– po, inquietos y estudiosos, avanzados, moder– nos, según vamos reuniendo datos de ellos. Hecha esta pequeña introducción, pasare– mos a detallar cuál es el estado de la cuestión, el cual, desgraciadamente, no es tan alegre como lo que antecede. ESTADO ACTUAL DE LA CUESTION. FUENTES MUSICALES. Por de pronto, la Musicología trabaja, por definición diríamos, sobre fuentes de muy dife– rente origen, y también de distinta categoría: coexisten como materiales los documentos lite– rarios, iconográficos, etc. con los directamente musicales. Estos documentos, debidamente inventariados y/ o archivados, se deberían agrupar según criterios geográficos, cronológi– cos, de dependencia estilística, etc. Partituras. Para conocer las obras del siglo XVIII con– servadas en el País Vasco, así como las realiza– das por compositores nacidos en el País Vasco, aunque desarrollaran su labor fuera de él, hoy por hoy el centro más rico en partituras es el Archivo ERESBIL, de Rentería. En ella se ha– llan, normalmente fotocopiadas, partituras cu– yos originales se conservan en los Archivos de Aránzazu, Roncesvalles, Pamplona, Lecároz, Sta. M. ª del Coro de San Sebastián, etc. No están todas las partituras de dichos archivos, entre otras razones porque algunos de ellos están todavía por catalogar, no sabiendo a cien– cia cierta las obras que tienen; procedente de la provincia de Alava escasamente tenemos algu- na partitura, y el caso de Vizcaya es curioso, ya que habiendo visitado archivos, debemos la– mentar que no haya aparecido todavía ninguna partitura del siglo XVIII. Faltan de todas for– mas muchos archivos por visitar, por lo cual, y aun no siendo muy optimistas ciertamente, creemos que todavía están por descubrirse par– tituras del siglo XVIII. No hay realizado ningún estudio en con– junto, ni siquiera relación con las obras ya loca– lizadas y conservadas; únicamente podemos adelantar el dato de que conservamos obras de 70 compositores vascos pertenecientes al siglo XVIII, pero varios de ellos no trabajaron en el país, tal es el caso de Sebastián Albero, de Pe– dro Aranaz y Vides, de Juan Francés de Iriba– rren, de Bias de Laserna o de Joaquín Tadeo de Murguía. De la mayoría de los compositores conser– vamos copias de todas las obras conocidas, de otros, especialmente de los que trabajaron fue– ra, nos faltan muchas obras. Con respecto a lo que ya tenemos, vemos necesario establecer primeramente un repertorio completo, proce– diendo a su transcripción, y en algunos casos, a su publicación, tarea que ya emprendió en su día el P. Donostia (9), pero desde entonces ha aparecido más música, y, si bien puede no ser toda ella de interés público, nuestro criterio es, al menos estudiarlas, y realizar un índice de in– cipit musicales. El P. Donostia solamente pu– blicó obras que figuraban manuscritas bajo nombre de autor del país, no las anónimas ni las de autores foráneos, con lo que nos vemos privados de la posibilidad de establecer las ge– nealogías de las músicas copiadas en manuscri– tos de los que no se conserve copia en ERES– BIL, ni conocer las concordancias, que, como hemos podido comprobar recientemente, exis– ten, por ejemplo, entre Navarra (Sonatas dedi– cadas a D.ª Josefa de Armendáriz por el com– positor Sertori, con un Anónimo del 2. ° Carta– pacio de Urreta, de Idiazabal), y Guipúzcoa. Hay otras obras que figuran como anónimas en nuestros manuscritos, y son de autores conoci– dos, estando algunas incluso publicadas bajo el nombre del autor: tal es el caso de Scarlatti, Soler, etc. Esta música conservada, lo es exclusiva– mente en manuscritos: la imprenta musical, escasa en toda la península, no se conocerá en nuestro país hasta muy tarde. Siempre se ha aceptado como válida para la aparición por vez primera de la imprenta musical en Euskal Herria, la fecha de 1826, cuando Iztueta dé a (9) José Antonio de Donostia. Música de Tecla en el País Vasco. Siglo XVJJJ. (Lecároz, Archivo del P. Donostia, 1953). 296

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