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COLECTIVO «ERESBIL» (ARCHIVO DE COMPOSITORES VASCOS) - JOSE LUIS ANSORENA (DIRECTOR) Manuel Mendizábal, nacido en Tolosa ca. 1820 y muerto en Madrid en 1896. Junto a estos nombres podríamos recordar los de Aizcorbe, José Juan Santesteban, Sebas– tián de Iradier, Faustino de Altuna, Marcos de Alcorta, Ambrosio Arriola, Manuel Delgado, Bartolomé de Ercilla, Bonifacio Eslava, José Gainza, etc ... que llenaron el mercado pianís– tico de polkas, rigodones, mazurkas, variacio– nes y, sobre todo, zortzikos, de contenido ba– nal, que en nada ayudaron a la evolución del piano en el País Vasco. Más tarde podrán citarse con satisfacción las partituras pianísticas de compositores, como: Dámaso Zabalza, Irurita 1833-1894. José Antonio Santesteban, San Sebastián 1835- 1906. Felipe Gorriti, Huarte Araquil 1839-1896. Apolinar Brull, San Martín de Unx 1845-1905. Jesús Santesteban, San Sebastián, hijo de José Antonio. Fabián Furundarena, Tolosa 1862- ?. Joaquín Larregla, Lumbier 1865-1945. De los citados en la primera lista, digamos que José Sobejano, Pedro Albéniz, José Aran– guren y Nicolás Ledesma fueron hombres bási– cos en la didáctica pianística del país y de toda España, merced a sus métodos publicados. José Sobejano editó en 1826 en Madrid «El Adam Español, Lecciones Metódico-progre– sivas de Forte-piano». Pocos años después su «Método completo de piano». Pedro Albéniz, considerado didácticamen– te el padre de la escuela española de piano, prestó un gran servicio con su «Método com– pleto de Piano», editado en Madrid en 1840 e impuesto como obligatorio en el Real Conser– vatorio. José Aranguren publicó también su «Mé– todo completo de Piano» en 1855. Algunos años más tarde sustituyó al de Pedro Albéniz. Nicolás Ledesma escribió gran número de Sonatas y Sonatinas, que fueron acogidas como modelo de escuela pianística. La revista «Gace– ta Musical de Madrid» (45) en 1856 hacía pro– paganda de «Estudios para piano de Concone, Cramer, LEDESMAy Rosellen». Insistentemente se ofreció una plaza a Ni- (45) Gaceta Musical de Madrid. n. º 50, 14 de Diciembre de 1856. colás Ledesma en el Conservatorio de Madrid, pero ante su negativa constante a aceptarla, se impusieron sus Sonatas y Sonatinas en los pro– gramas de estudio. c) Estética pianística de los compositores vas– cos. En cuanto a la estética pianística de nues– tros compositores más destacados, diríamos que Asiáin, Murguía y Prieto reflejan el clasi– cismo más auténtico en el tratamiento de la Va– riación y, sobre todo, en la forma Sonata, reali– zada ésta en varios tiempos, según la manera más generalizada en esta época. Contrasta la · escritura de los dos primeros con la de Prieto. La de éste simplificada y suelta. Ferrer y Mateo Albéniz se atienen a la for– ma scarlatiana de Sonata. Son sonatas de un solo tiempo, monotemático las más de las ve– ces, y dividido en dos partes. El ejemplar de Mateo Albéniz es sobrada– mente conocido, pero es de señalar la riqueza de los abundantes ejemplares de Ferrer. Arriaga, en su reducida aportación al pia– no con los «Tres estudios o Caprichos» se muestra como el genio indiscutible de la época en España en el manejo de la escritura y en el conocimiento de la técnica del instrumento. Aunque no falta quien cree (46) que «Tres estu– dios» presentan una gran influencia clavecinis– ta o que su verdadera sonoridad la encontra– rían transcritos para instrumentos de arco, de– bemos presentar esta obra de Arriaga como la mejor partitura de piano en toda la trayectoria de la expansión del piano en el País Vasco. Larramendi, con sus variaciones escritas en los años en que se siente el romanticismo musical ya vecino y por el hecho del empleo del tema popular, puede ser considerado un autor que se abre a la época que nace. En línea más claramente romántica estarían Sobejano, Pedro Albéniz y, sobre todo, Guelbenzu y Mendizá– bal. Los dos primeros, de mayor influjo como didactas que como compositores: sus composi– ciones adolecen del virtuosismo efectista, pre– dominante en algunos compositores extranje– ros que dejaron rastro a su paso por la Penínsu– la. Guelbenzu y Mendizábal reflejan el espíri– tu romántico en el cultivo de las pequeñas com– posiciones, en que se sustituye la perfección del clasicismo por la expresión individual. Dife- (46) Echazarra, Ismael. «Análisis crítico de las obras del Maestro Arriaga» en Euzkadi, enero de 1906. 308

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