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COLECTIVO «ERESBIL» (ARCHIVO DE COMPOSITORES VASCOS.! - JOSE LUIS ANSORENA (DIRECTOR) y parece que se tiene como principal, y el oficio divino como por accesorio; cosa digna de llorar por hacerse en capilla de Rey tan pío y tan Ca– tólico, y en presencia de los Nuncios y Legados del Papa, y otros Prelados, que lo habían de ce– lar. Esto se va introduciendo en otras muchas partes, y lo que es peor, en los monasterios de Frailes y Monjas ... Del día de Navidad y de Corpus Christi no hablo, porque como Dios en este día se humanó tanto, parece se puede to– mar un poquito más de licencia para el consue– lo humano, pero siempre debe hacerse con mu– cha modestia ... De aquí es que los villancicos hechos en lengua Guinea o Gallega o en otras (19) que no son sino para mover a risa y causar descompos– tura; y otros hechos a imitación, o en la letra o en el tono, de los cantares o letras profanas y que despiertan la memoria dellas, en ninguna manera debrían cantarse en la iglesia ni en el coro ... y como están vedadas hacerse represen– taciones profanas en la iglesia, sería justo lo es– tuviesen los villancicos, que son desta data y calidad; pues en lo uno y en lo otro corre la misma razón» (20). Estas consideraciones nos hacen pensar que la libertad que se tomaban para cambiar los «responsoria» de maitine~, los graduales y ofertorios de la misa por villancicos, fue la causa impulsora de la introducción del euskera en la polifonía religiosa. En música civil los testimonios sobre el uso del euskera son numéricamente menos y, sobre todo, más tardíos. Probablemente el documento conocido de mayor antigüedad sea el zortziko del Conde de Peñaflorida «Adio Probintzia». De la misma antigüedad es la «Canción del vino». Se halla en la colección de papeles enviados del país vasco a Guillermo Humboldt, después de su dobJ.e paso por nuestra tierra en 1799 y 1801 (21). Se trata de una pequeña suite en tres tiem– pos para 4 v. m. El primer tiempo es la melodía del «Iru da– matxo» con algunas variantes, pero desprovis– ta del texto euskérico y adaptándole unos ver– sos castellanos, con pequeñas incrustaciones euskéricas. El segundo tiempo es la melodía que Iz– tueta cataloga con el n. 0 50 en su cancionero con el título de «Aita Meakerrek ardoari jarrita– ka itzneurtuen soñua» y que José Antonio San– testeban publica con el n. 0 5 en su «Colección de Aires Vascongados» con el título de «Aita Meagher-ec ardoari jarritaco cantuc». Iztueta y Santesteban transcriben sólo la primera estrofa de los famosos versos al vino del P. Domingo Meagher, jesuíta, irlandés de origen, pero nacido en San Sebastián en 1717 y fallecido en el destierro cerca de Florencia en 1772. Manterola recoge en su Cancionero (22) los versos completos. En este segundo tiempo de la «Canción del vino» hay notables variantes lingüísticas. Sus seis estrofas difieren mucho de las diez de Man– terola. Manterola advierte que estos versos fue– ron musicados en vida del P. Meagher, sin que se sepa el nombre del compositor. En la versión de que aquí hablamos, la pri– mera estrofa, que no aparece en el cancionero de Manterola, es exactamente el comienzo de la ópera «El Borracho Burlado» del Conde de Peñaflorida. Perfectamente puede suponerse que la música que acompaña a estos versos del vino, también es de Peñaflorida. Hay que re– saltar que texto y música con alguna variante coinciden con la «Canzoneta de Chantan Garro– te», protagonista de «El Borracho Burlado», que Julio de Urquijo publicó en «Euskalerria– ren alde», como fragmento indudable del co– mienzo de la ópera del Conde de Peñaflorida. (23) El libreto de esta obra se editó en Vitoria en 1764. Con lo que tenemos ya un documento importante del euskera en la música civil. Sin embargo, son sintomáticas las palabras de Pe– ñaflorida en el prólogo: «No me detengo en repetir lo que dixe en la otra Opera para probar de que nunca fue mi inten– ción el imprimir, ni esta, ni aquella; pues lo mucho que lleva de Vascuence esta, es una prueba evidente de ello, porque sería presentar al Público una pieza poco recomendable, y esto no es regular en ningun Autor». Al Conde de Peñaflorida se le considera uno de los creadores del teatro y ópera vascos. Por eso mismo adquiere mayor significado su opinión de que publicar una ópera con mucho vascuence «sería presentar al Público una pie– za poco recomendable». Y por si esto no lo (19) Entre ellas la que se llamó el «Vizcaíno», lenguaje hilarizante, que contenía palabras euskéricas, mezcladas con el cas– tellano. (20) Rubio Samuel. Forma del villancico... op. cit., pág. 54. (21) Una copia de estos papeles se halla en el Archivo del P. Donostía, Lecároz (Navarra). (22) MANTEROLA José. Cancionero Vasco, primera serie del tDmo III, pág. 54. (San Sebastián, reimpresión 1981). (23) Urquijo Julio de. «Sobre la música de El Borracho Burlado» en Euskalerriaren a/de, año III, n. 0 51, pág. 78. 300

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