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188 HISTORIA DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA La historiografía estudió el influjo que tuvo el decreto de Basilea, aunque cis– mático, en el interés por el tema mariano. Citaré, como ejemplo, el caso de otro salmantino, Alfonso Fernández de Madrigal, el Tostado 18 • En cambio, lo que vino silenciando la historiografía mariológica fueron los precedentes inmediatos de dicho decreto. Y, sin embargo, los tuvo. Y los sentó nada menos que fray Diego Moxena, a lo largo de 1415 y en el contexto de llevar a Fernando I a la «consummationem sanctae matris Ecclesiae unionis», que ya conocemos. No es el caso de volver sobre el tema, pero se me permita dejar cons– tancia de que Moxena es el primer teólogo, si no me equivoco, que afirma rotun– damente que la concepción inmaculada de María es, más que una «pía opinio», una verdad de fe como lo es su concepción virginal. En efecto, si María no hubie– ra sido concebida inmune de pecado original, no hubiera tenido lugar ni la Anun– ciación ni la Encarnación. Tales ideas consignadas en la anónima Disputatio sae– cularis et iacobitae, que he atribuido a Moxena, debían de ser bien conocidas por Juan de Segovia y otros inmaculistas de Basilea 19 • Los TEÓLOGOS DE SALAMANCA ANTE EL PROBLEMA DE LOS CRISTIANOS NUEVOS Según las leyes de las Siete Partidas, en la España medieval se nacía cristiano viejo o cristiano nuevo. Cristiano viejo era el que nacía de legítimo matrimonio, que era solamente el celebrado según las normas de la Iglesia. En cambio, cristia– no nuevo era el convertido que procedía de matrimonio no legítimo, o sea, cele– brado fuera de la Iglesia por sus padres, abuelos o bisabuelos hebreos o moros; pasadas estas generaciones, el converso era cristiano viejo. Se trataba, pues, ini– cialmente, de una cuestión, no étnica, sino simplemente religiosa. Pero, según las Partidas, se seguía de ahí un problema social: el converso, mientras era cristiano nuevo, no podía desempeñar en la sociedad ciertos cargos de responsabilidad, que exigían buena fama, la cual no siempre se suponía. Estas diferencias sociales, que fomentaban sospechas y resentimientos, fueron creando tensiones que llegaron al colmo, cuando la animosidad antijudía de Fernán Martínez, arcediano de Écija, provocó en 1391 la horrible matanza de judíos, que partiendo de Sevilla se exten– dió por otras regiones, causando innumerables víctimas. Para salvarse del exter– minio, y para evitar ulteriores persecuciones, muchos prefirieron pedir ser bauti– zados. Y aquí nace propiamente el «problema converso». Naturalmente, dadas las circunstancias de la conversión, muchos continuaban siendo hebreos ocultos, for– zados, o, como decían en su lengua, anuzim. La presencia de estos «judaizantes» creaba un problema religioso grave: no sólo afectaba a la credibilidad de los verdaderamente convertidos, sino que también ponía en crisis la identidad de la ' 8 Ángel Luis IGLESIAS, «María en la Sagrada Escritura, según el Tostado», Estudios marianos, 23 (Madrid, 1962), pp. 309-326. ' 9 Isaac VÁZQUEZ JANEIR0, «Disputatio saecularis et iacobitae. Actores y autor de un tratado inmaculista pseudoluliano del siglo XV», Salmanticensis, 44 (Salamanca, 1997), pp. 25-87.

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