BCCCAP00000000000000000001088

180 HISTORIA DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA restituir su unidad jerárquica a la Iglesia. Y este cometido dependía ahora del rey Fernando, en cuanto era el único soberano que continuaba prestando obediencia al último de los tres papas del cisma, ya que los otros dos, uno había sido depues– to, y el otro, Gregorio XII, acababa de presentar espontánea y noblemente sus dimisiones el 4 de julio, dos días antes de la condena de Hus. Ruega, pues, Moxe– na a Fernando que obligue al papa Luna a regresar cuanto antes a la Iglesia por las buenas o por las malas. Y en cuanto a la actitud que debe tomar el mismo Rey, Moxena se contenta con comunicarle que Segismundo tiene intención de ir a hablar personalmente con él «pro hoc felicissimo fine consummando». Éstos son hechos. Pero no nos imaginemos que Moxena hiciese el oficio de cronista o de reportero desde Constanza. Acostumbrado a expresarse «en son de figuras», para él, los hechos son simples signos que van marcando el desarro– llo de la historia, y para comprender su significado hay que interpretarlos en la dirección a que apuntan las imágenes verbales que los expresan. Y aquí nos encon– tramos con algo sorprendente. Toda la carta está taraceada de frases cuyos autores, entre otros, son nada menos que Dante y Petrarca, los cuales, por supuesto, no son citados expresamente. También ellos son figuras que representan algo. Las fra– ses o palabras de ambos, por una parte, no hacen sino exaltar la grandeza de la antigua Roma, tanto imperial como republicana y, por otra, apoyar -es el caso de Petrarca respecto de Cola de Rienzo- la independencia de la Italia de su tiempo. Moxena, copiando esas expresiones -meramente literarias y retóricas- las va con– trastando o remodelando para convertirlas en imágenes que apuntan hacia un monarca dedicado de lleno al servicio de la Iglesia. Ese monarca es, obviamente, el destinatario de su carta, el cual estando llamado a rematar en ese momento la reconstrucción de la Iglesia, la casa del Señor, viene visto, según la profecía de Natán, como un vástago de la estirpe de David. Y, por supuesto, algunas de las imágenes retocadas no dejan de señalar también al autor de la carta como un nuevo Natán. En fin, se me antoja que Moxena, entrando en liza con Dante y Petrarca, se está planteando a fondo el problema del humanismo. Frente a un humanismo me– ramente literario y profundamente político, está defendiendo un humanismo cristiano, bíblico, teológico y eclesial. Y su carta de mediados de 1415, si no me equivoco, pudiera pasar como el acta fundacional de este humanismo cristiano; dato importante para comprender mejor el humus teológico del siglo XV español. Merece, pues, la pena que nos paremos un poco a contemplar, al menos, las prin– cipales imágenes. Las extractaremos de la Monarchia ( = Mon) de Dante y del Líber sine nomine ( = LSN) y de las Seniles ( = Sen) de Petrarca. a) Dante: «romanus princeps»; «potenti– simo [...] monarca»; «imperatorem, sive mundi monarcam». aa) Moxena, saltándose el protocolo ha– bitual, comienza dirigiéndose a Fernan– do con este insólito saludo: «Principum invictissime et mortalium potentissime monarca».

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz