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DERECHOS HUMANOS EN FRANCISCO DE VITORIA. .. 201 hombres. Presenta este principio un contraste frontal con la cruel consigna, dada un siglo más tarde después de Vitoria: «Homo homini lup!.,1s». Pero más que el contraste con esta fórmula implacable del mal vivir moderno, place ahora subrayar el sentido clásico de la expresión que Vitoria retoma del dere– cho precedente: de las Pandectas. Sabido es que los romanos distinguían netamente entre la agnatio y la cognatio. Era la primera una vinculación legal: estaba la segunda ligada a la sangre. Sus preferencias por lo legal moti– varon que los romanos se atuvieran más a la agnatio que a la cognatio. Pero en este su razonar Vitoria sitúa la cognatio en alto relieve, para hacer sentir que la voz de la sangre es una fuerza moral que aglutina a todos los hombres y pueblos. Cuántos lamentos hubiera ahorrado a nuestra despiadada historia moderna este brillante principio moral ligado a la voz misteriosa de la sangre 24 . En todo caso es patente cómo Vitoria va siguiendo las huellas que señala la naturaleza humana con sus ineludibles exigencias, para proclamar desde la misma cuáles deben ser las sendas tranquilas y serenas por las que la humani– dad ha de hacer su itinerario histórico. De lo que deducimos la significación primaria que da Vitoria a la naturaleza humana en la formulación de los dere– chos fundamentales del hombre. Parece, sin embargo, no hallarse sensibiliza– do a los problemas de la persona y a sus derechos inalienables. ¿Será esto verdad? 3. PRESENCIA Y AUSENCIA DE LA PERSONA EN VITORIA Que la persona, con su alta dignidad, se halle presente en el pensamien– to de Vitoria, bastaría a presumirlo estas citas de dos de sus comentadores en nuestros días. L. Pereña proclama a Vitoria defensor de la libertad natural y general, «inherente a la dignidad de la persona humana» 25 . Igualmente, R. Hernández, residente en el convento de San Esteban de Salamanca, donde vivió Vitoria, escribe: «El hombre en sí mismo racional y capaz de perfección. Es esta la raíz de los derechos del hombre, y es por aquí por donde es nece– sario empezar. Sin esta base firme de la dignidad de la persona humana, todo el edificio de tan numerosas y complicadas plantas se vendría abajo frente al impulso de los utilitarismos, siempre al acecho de los poderosos». 24 O. y loe. cit. Para la distinción entre agnatio y cognatio nos remitimos a P. Bon– fante, Istituzioni di diritto romano, Milano 1933, pp. 51-52. 25 Luciano Pereña, Carta magna de los indios, Universidad Pontificia de Salamanca, Madrid 1987, p. 106.
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