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200 ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA para enfrentarnos con el mal personal e histórico desde nuestras inmensas posibilidades para el bien. e) Que Vitoria viera en la naturaleza una norma moral parecerá a más de un crítico naturalismo desbordado. Que en verdad no lo es, lo testifica de modo solemne esta su consigna mental: «Quae enim apud omnes naturalia sunt, a Deo, auctore naturae, sine dubio sunt» 21 . Con ella Vitoria dejó sin base justificativa el naturalismo laico de los últimos siglos: el de la Ilustración, afincado exclusivamente en la naturaleza con exclusión de toda referencia al Ser Transcendente. Vitoria oye en la voz de la naturaleza al mismo Dios. De aquí que si la ley natural viene a ser la misma ley eterna, la naturaleza es quien muestra el orden eterno que debe ser realizado en nuestro mundo sensible. Gusta ver cómo Vitoria, en uno de los momentos mejores de su pensar, razona en este clima naturalista. Me refiero al primer título legítimo que alega, para justificar la presencia de los españoles en Indias. Hoy se tiende a juzgar de esta presencia desde los brutales hechos que en más de una ocasión la acompañaron. Vitoria asciende de los hechos a los principios morales de la humana convivencia. A la larga son los que deciden el vivir histórico. Los hechos pasan. Son ineludiblemente singulares. Los principios son estrellas fijas, lucientes en el firmanento de la historia. A ellos seguimos mirando para que nos den orientación. Vitoria vio la convivencia humana inicialmente anclada, siguiendo a Aris– tóteles, en la radical insuficiencia del hombre al venir a la existencia. En con– traste con las creaturas inferiores, éste entra por la puerta de la vida en total desamparo. La institución familiar, más tarde la organización ciudadana, supli– rán la indigencia inicial con continuas aportaciones, cuidadosas y benéficas. Dios ha planeado atender al hombre por estas instituciones, las cuales, por lo mismo, tienen un origen divino. Ellas posibilitan el pleno desarrollo humano y la convivencia de unos con otros en la vida social 22 . Mas en la iluminada exposición del primer título de la presencia hispana en Indias, Vitoria percibe la convivencia humana, no sólo desde la mutua necesidad de ayuda, sino también -y primariamente- desde las exigencias del mutuo amor que la naturaleza pide a todos los humanos. «Jure naturali -dice textualmente- deben amarse los nativos del Nuevo Mundo y los his– panos» 23 . Dicho amor mutuo lo juzga refrendado por este principio jurídico: «lnter homines omnes cognationen quamdam constituit». Según esto, la naturaleza humana estableció un cierto parentesco -cognationem- entre los 21 De potestate civili, o. cit., n. 6, p. 159. 22 O. cit., nn. 3-4, p. 154. 23 De indis..., re/ectio prior. De titu/is /egitimis, o. cit., n. 3, p. 709.
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