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DERECHOS HUMANOS EN FRANCISCO DE VITORIA... 199 en torno al mismo, contribuyó a desacreditar la comprensiva doctrina natura– lista patrocinada por los jesuitas. Nos parece esta tendencia jesuita muy acor– de con el optimismo naturalista de Vitoria. Y no es de olvidar que el probabi– lismo, tan abierto a lo humano, nace a los pies de Vitoria por obra de Bartolomé Medina. A una fórmula del Concilio de Trento quiero aludir, para sopesar mejor este tema. El Concilio, después de atestar que el hombre fue despojado de sus dones sobrenaturales por el pecado original, afirma que fue también vu/– neratus in naturalibus. En mis juveniles estudios de teología, el profesor interpreta esta fórmula en sentido histórico. Es decir, que antes del pecado la naturaleza del hombre funcionaba sin tensiones internas, en perfecta armo– nía. Lo que ahora no acontece. Pero surge la pregunta: ¿en su misma natura– leza el hombre, después del pecado, ha perdido posibilidades y valores en el dinamismo de sus potencias? Dejo a los doctos teólogos que den plena respuesta a tan inquietante pregunta. Aquí me toca tan sólo cuestionarla desde la lectura de Vitoria. Esta lectura hace ver que de modo directo Vitoria no responde a la misma. Pero sí parece hacerlo indirectamente y de modo muy claro. Tiene lugar esto cuan– do insiste en que el hombre, cristiano o pagano, tiene dominio sobre las cosas, por venirle este dominio de que es permanentemente imagen de Dios. Razona así Vitoria: «El dominio se funda en la imagen de Dios; pero el hom– bre es imagen de Dios por su naturaleza, esto es, por las potencias raciona– les; luego no lo pierde por el pecado mortal» 19 . Ante este razonamiento victoriano me place citar un pasaje del citado teólogo protestante G. Crespy. Pone muy de relieve el contraste que divide el pensar cristiano sobre el tema. «Toute la différence -escribe- entre les posi– tions catholiques et réformées procede ainsi d'une divergence fondamentale sur la capacité naturelle de l'homme á connaitre Dieu et a faire sa volonté. Les catholiques sont conduits, d'une part a statuer la permanence de la quali– té d'image de Dieu; d'autre part a la limiter a la raison et au libre arbitre. Par leur négation, les Réformés sont vamenés a prononcer sa disparition et a la situer sur le plan des conduites et non de l' essence de l'homme. Du point de vue d'une saine thélogie biblique, c'est au Réformés qu'il faut dcnner raison» 20 . Desde una perspectiva histórica parece justo afirmar que la tesis pesimis– ta sobre la naturaleza humana, resumida en este texto de G. Crespy, ha sido una gangrena que ha desvirtuado el pensar y el sentir cristiano de los últimos siglos. El optimismo equilibrado de Vitoria pudo haber dado la pauta serena 19 De indis... , re/ectio prior, o. cit., n. 6, p. 654. 20 G. Crespy, o. cit., pp. 68-69.
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