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30 E. ZUDAIRE superchería, huelga con todo la más leve sonrisa del sátiro. No faltarán oportunidades. Aquella rendida sumisión pudo proceder de un complejo psicológico, entre devoto, cínico y caballeresco. Se le acusó de que a luces matadas prolongaba sus pláticas con ella hasta las diez y aun las once de la noche; de que a primeras horas de la mañana se presentaba de nuevo en el domicilio de Madre Catalina para pedirle su bendición y licencia para decir misa en la iglesia que ella le señalase. Ella le marcaba el itinerario cuando salía por los pueblos a misionar, y a ella se dirigía Villalpando, antes de entrar en su propia casa a cambiarse de ropa, para darle cuenta de sus correrías apostólicas. Grave acusación fue en aquellos tiempos, que la comulgara en su aposento con formas consagradas que llevaba bajo el manteo y que allí mismo llegara a decirle misa cuando aquel amor de Dios que la traía enferma arreciaba en demasía. Pareció escandalizar no poco que para to– das aquellas incursiones en el santuario de Madre Catalina, a ho– ras intempestivas, dispusiera Villalpando de especial llave secreta. Hasta ochenta y seis testigos dieron pábulo a los inquisidores para la redacción de este capítulo de presunta dirección espiritual y de extraños contubernios. Como fautores de aquella secta, natural es que multiplicaran sus consultas para su marcha y buena dirección: había que pre– parar las pláticas de Madre Catalina a los congregados; fijar ios puntos comunes de doctrina; instruir en sus revelaciones y en su santidad al Hermano Juan, "para que así sacase mucha limosna" ; disponer las asambleas litúrgicas y los conventículos nocturnos. Aquéllas un tanto peregrinas: tras una plática espiritual en la iglesia, hombres y mujeres se disciplinaban, a luces apagadas; enterada la autoridad competente, prohibió la asistencia de mu– jeres, salvo las de aquellas que, disfrazadas con traje masculino, se hurtaron a SUfl pesquisas. Por la mañana, tras de la misa y comunión de todos los congregados, organizaba la Madre Catalina sus funciones de los "seises", con algún menor decoro: puestos en círculo hombres y mujeres danzaban tan descompuestamente, que cador y una de las cabegas de los alumbrados". AHN., Ieg. 3716-13.-La Pinta Llorente inserta el capítulo de acusaciones en Aspectos Históricos ..., pági– nas 95-96,, n. 15. 472 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOE

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