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28 E. ZUDAIRE Catalina) que en ellas se encierra lo peor y más grave de la secta. Sin embargo, ni uno ni otra innovaron gran cosa ; pero supieron adobarlo con tales afeites místicos, que su encarcelamiento, y espe– cialmente el del tinerfeño, causó gran confusión en toda la co– marca, pues "había sido tenida su conversación por honesta y sus consejos redujeron a muchos al ejercicio de la virtud" 63 • Más que una doctrina, fue una conducta amoldada a ciertos principios enunciados en Toledo, Jaén y Llerena. No en vano la Madre Catalina, "principal cabeza, maestra y seminario desta secta", había frecuentado en Baeza la escuela del clérigo presbí– tero P. Hojeda, al cual castigó la Inquisición de Córdoba por "alumbrado". De allí procedía su ciencia iluminista, y de la hu– medad mohosa de las cárceles inquisitoriales (año 1614), su pres– tigio. Para sus adeptos, era una víctima purificada y santificada por el fuego de la iniquidad y ascendida al tercer cielo. Tan ciegos estaban por ella, "que llegauan hasta hincarse de rodillas para besarle la mano públicamente en las Yglesias y ella tan loca y desuanecida que lo permitía y se la daua". Y por tenerles más adic– tos, no le faltaban arrobos ni revelaciones, ni descanso en el Cor– dero divino, ni dones y mercedes divinas mayores que los de Santa Teresa; ni todos los dones del Espíritu Santo por modo tan emi– nente que se bastaba para interpretar las Escrituras, para leer en las conciencias, para convertir a los pecadores. Quien obser– vara su doctrina podía tenerse por confirmado en gracia. La ora– ción mental habíanle hermoseado cuerpo y alma; y su enfermedad de amor de Dios le venía manteniendo milagrosamente, sin otro alimento, desde hacía treinta años. "Y estando muy inflamada en el amor de Dios, en cierta ocasión, le dijo Nuestro Señor que con aquel fuego y la sangre que ella tenía suya embebida en su alma, cocida en sus pechos, se había de hacer leche para que la comu– nicara a todas las almas que tratase. Y se anegó en la Divinidad de Dios y desde aquel día conoció que fue mucho el aprovecha- 63 R. 0 de Villavicencio y el Ldo. Juan Dionisio Portocarrero, inquisi– dores de Sevilla, al Inquisidor General.-Castillo de Triana, 9 de septiembre de 1625,. AHiN., Inquis., leg. 2962. ;;4 Memorial de la secta..., remitido desde Sevilla el 11 de noviembre de 1625 al Ilmo. D. Andrés Pacheco, obispo de Cuenca, Inquisidor General. ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS

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