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INICIATIVAS REFORMISTAS DESDE EL NUEVO REINO DE GRANADA 215 hería ajustarse la actividad comercial de aquellos dominios. Fa– rragoso informe de 48 folios, que significan 96 páginas bien nu– tridas. Almojarifazgo, avería y unión de armas se establecieron en los tiempos de galeones y ferias: almojarifazgo, por razón de por– tazgos de mar o de puerto seco en Portobelo (3); avería, para su– fragar los gastos de la escuadra del Callao, que había de conducir los tesoros de real hacienda y de· particulares desde Lima a Pa– namá en la época de ferias y que al fusionarse con el impuesto de «unión de armas», se fijó en el 2 por 100 del valor de las mer– cancías; y alcabala, en otro 2 por 100 por el concepto de venta. Hasta los reglamentos y proyecto de 1720 no hubo dificultad en el abono de los derechos establecidos, pues todos los comer– ciantes se beneficiaban con «la libertad de sus giros», en igualdad de franquicia y de ventajas (4). Se distinguían con precisión dos comercios o gremios de mer– caderes, el uno compuesto de americanos (residentes de América) y el otro radicado primero en Sevilla y más tarde (año 1717) en Cádiz, que mantenía un consulado en Cartagena; a ejemplo suyo se estableció otro en Santa Fe, de corta duración, y un tercero en Lima, «siempre famoso por su riqueza... y en la actualidad con su comercio desfallecido y empeñado». La flota, procedente de Sanlúcar en un principio y luego de la bahía de Cádiz, navegaba derechamente a Cartagena, «para la invernada, regulada por catorce meses». La feria grande, famosa en el mundo entero, era la de Portobelo, que atraía los más pode– rosos caudales en ropas, frutos y metales preciosos. Por la insalubridad del clima, singularmente en el istmo pana– meño, se procuraba limitar la permanencia de los visitantes al período señalado para la negociación. De ahí que nadie se mo– viera de Lima hasta no haber recibido noticia de la arribada de la flota a Cartagena. Cargamentos de cacao, cascarilla (quina), lana de vicuña y oro y plata en barras, tejos y moneda sellada nave– gaban, en navíos convoyados, desde El Callao a Panamá, con un nutrido cuerpo de mercaderes limeños. En chatas o canoas y en bongos se continuaba por el Chagres hasta puerto Cruces; y a lomos de «fuertes recuas de mulas» o a espaldas de porteadores negros, cuando lo abrupto de los vericuetos lo exigía, se trans– portaba el riquísimo tesoro hasta la plaza de Portobelo. Con los comerciantes y diputados del consulado de Lima ha- (3) Aunque el contador y tesorero Escobar reduce sus apreciaciones a la provincia pana– meña, análogos derechos reales se cobraron en los puertos de las otras provincias y por la real armada de Indias. (4) Informe de Rafael Escobar al virrey don Manuel de Guirior, Cartagena, 12 de marzo de 1773, ANC, Real Hacienda, t. LVII, fols. 790-838v.

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