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234 EULOGIO ZUDAIRE HUARTE canzaban los 95 y rara vez superaban los 100 marcos. La pérdida en el canje de la moneda antigua por la de nuevo troquel, si se realizaba a peso y no por su valor nominal, resultaba bien pa– tente (47). «En cuia virtud, siendo este infeliz Reyno tan pobre como he significado y tan míseras y desnudas las Provincias agre– gadas, ha de sufrir, recogiéndose la moneda, un fuertísimo gol– pe» (48). Pero la llamada moneda provincial o macuquina, tenía que retirarse a toda marcha, porque con su hemorragia se desan– graba el erario nacional. Confiesa el mismo Escobar que no podía remitirse a los reinos de España otra moneda que la de oro, acu– ñada o en barras, por total mengua de la de plata columnaria, que trasmigraba a las colonias holandesas y francesas y en ma– yor proporción a la inglesa de Jamaica (49). No corre otra moneda en los dominios extranjeros del Caribe que la española, bien la antigua cortada de oro, bien el doblón de dos escudos o 37 reales, bien el peso columnario de a diez reales o sus equivalentes frac– cionarios. Para el comercio exterior se sirven igualmente de la moneda española, mas no de la fuerte, sino de la feble o sencilla, falta de peso, que aún achican con el «bocadillo» que le muer– den. Aunque en Jamaica se trafique con libras, chelines y peni– ques, se trata en realidad de moneda imaginaria o de simple valor contable; nunca de moneda en uso o corriente (SO). Tanto se aprecia en dicha isla la moneda de cuño antiguo (el peso columnario de ocho reales, cuatro pesetas o 16 medios rea– les) que en su giro a Londres y a otros reinos cualesquiera se cotizan dichos pesos un 50 por 100 más caros que su curso legal o valor nominal. Así sucedió con don Bernardo Ruiz, que obtuvo licencia para introducir negros en el reino de Santa Fe, con des– tino a las fortificaciones de Cartagena, Portobelo y Panamá. El tesorero Escobar calculó la operación (importe de compra en Ja– maica, costos accesorios y riesgos) en libras esterlinas; mas como realizó el pago con talegas de pesos no deteriorados, se le aceptó el 50 por 100 de plusvalía; por lo que «los Negros nos salieron con equidad». Habrá de mantenerse una disciplinada vigilancia sobre las fra– gatas de guerra y navíos ingleses, que «figurando ridículos pretex– tos», se aproximan a las costas del Caribe, en donde, por la con– fabulación de hábiles consignatarios, hacen alijos de mercancías (47) Y se acrecentaba esa pérdida con la reducción de la ley del oro desde 0,916 a 0,875 milé– simas, a tenor de real orden secretísima y "muy reservada" que se cursó a las cecas ameri– canas, y que por el momento ignoraba el tesorero Escobar. Véase Barriga [45], II, 45. (48) Escobar, Informe [4]. fol. 834v. (49) ldem, 835. (50) ldem, 835v.

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