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4 E. ZUDAIRE nos" (3). Y nadie como él encarnó aquel espíritu castellano o caste– llanizado, definido por Keyserling como "recio y serio, de voluntad potente y elemental, fanático en los casos extremos, como las tor– mentas del desierto" (4). Nadie como él cargó sobre sus hombros de atlante {5) el peso de aquella Corona, ni acogió con tal bizarría la herencia imperial austríaca, tan acariciada por los polemistas de su generación (6); mas no se allegó a ella con espíritu agresivo, beli– cista, sino conservador, de caballero que monta guardia a la puerta de la capilla del castillo, como cruzado de la Fe y del Imperio, sin afán de algaradas. Aunque, durante muchos años de su vida, de espal– das a las murallas que se cuarteaban. Cúlpanle algunos de "falta de modestia internacional y de error cronológico". Pero ¿ es que podía sustraerse al imperativo del am– biente? Si, como escribía Fray Juan de Madariaga, aquel grande Orbe ~el Imperio de España ceñía a todo el mnndo de levante a poniente, ¿ era posible políticamente mantenerse al margen de las ajenas co– dicias, sin intentar siquiera la defensa? Por qué abandonar aquel rico patrimonio, que no era suyo, sino encomendado, entre las manos de nuestros codiciosos vecinos? Que por exigencias de la vida internacional soslayara eventual– mente la realidad peninsular, no arguye desdén ni completo aban– dono. Prueba evidente, su intervención en los problemas catalanes, según tendremos oportunidad de mostrarlo en su día. Más fatales fueron, aunque por su temperamento quieran disculpársele, aquellos sus optimismos suicidas, aquellos sus delirios de dominio universal (3) Vicéns Vives: Historia General Moderna. Barcelona, 1942, pág. 137.– Spengler, O.: La Decadencia de Occidente. Madrid, 1927, vol. IV, pág. 189. (4) Conde de Keyserling: Europa. Análisis espectral de un Continente. Ma– drid, 1929, ¡pág. 79. (5) "Principal Atlante de la Monarquía" le denomina uno de los prisioneros caídos en manos de los franceses cuando la infortunada empresa del Mavqués de Povar contra Catalufía, el año 1642 (Biblioteca Nacional de Madrid, ms. 2.374, fol. 263 v.), y de "mal Atlante" le califica <;a Roca o <;arroca en su invectiva "Política del Comte de Olivares. Contrapolítica de cathaluiia y Barcelona". En la biografía publicada por el Dr. Marañón se inserta (págs. 56-57) una ilustra– ción del apodo dado al Conde-Duque. (6) Jover, José M.•: 1635. Historia de una polémica y semblanza de una generación. Madrid, 1949, especialmente capítulo IV.-V. Malvezzi escribió en los Buccessi de la Monarohia di Spagna, pág. 72: "Il Conde Duca, nel di cui intelletto sta congiunta et unita tutta la mole della Monarchia".

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