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352 EULOGIO ZUDAIRE A su regreso se instaló en el convento de La Paciencia (Madrid,. Glorieta de Bilbao), en donde le reservaron tres celdas. Y desde el convento de La Paciencia van cursadas sus cartas al Consejo de Indias y a S.M., los años 1789 a 1791. Mas no fue aquélla su única residencia, puesto que en una de las cuatro cartas sin fecha, dirigidas al rey, numeradas por la Cámara del Consejo y examinadas el 7 de septiembre de 1791 (carta nº 2) escribía: « Como me buelvo a su Real. Conbento del Pardo, donde me haR ofrecido de mantenerme de valde interin llega dinero de América para pagarles; pero como pudiera allá enfermar de tercianas y todos sus tercianarios vienen a curarse aquí [La Paciencia]; además de que a lo menos todos los días de Gala pienso venir aún desde allí a hacer a V.M. la corte, conservaré con su permiso mobiliadas en este otro su Real Conbento de la Paciencia, dos de las tres celdas que en él me dieron, porque les dixe que si no me las davan espontanea– rriente, V.M. se lo mandaría... Además de que no quiero crean que ya no quiero bolver a vivir con ellos ni darles los dos reales diarios por la incomodidad de ocuparles las zeldas; todo lo que si V.M. me lo· permite empezaré a practicar desde el 1º del que viene» 145 • Carta que no sin cierto desenfado comentan los consejeros:. « La mesa ha extractado todas estas cartas... sin embargo de que conoce que las dos primeras corresponden al Ministerio de Gracia y Justicia de España, pues el de Yndias no tiene que ver con los Combentos del Pardo ni de la Paciencia, ni conque el Padre Pamplona benga o no benga los días de gala ni conque conserve en este último combento dos o más zeldas ». En la consulta definitiva se añade: « S.M. no toma resolución en esta matheria. Y el Pe. Pamplona trate el asumpto con los Reli– giosos de la Paciencia, como lo tenga por conveniente ». Bien se nota que soplaban otros vientos; que ni el nuevo monarca Carlos IV era Carlos III, su compañero de armas y su amigo que le tuteaba, ni don Antonio Porlier aquel José de Gálvez, de cuya amistad podía presumir como de « alcalde amigo». Es asimismo evidente que no pocas veces fueron los propios eclesiásticos quienes fomentaron el regalismo de la corte, como pudo compro– barse en la cuestión de los conventos de perfecta vida común 146 , 145 AGI, Indiferente General, 1352. 146 Abundan pruebas de estas apelaciones de los religiosos, como el P. Juan de Zamora, a los ministros de S.M. Roda, Floridablanca, Porlier, en el copioso estudio que ya hemos citado del P. Melchor de Pobladura sobre los conventos de retiro y seminarios de •misiones (Coll. Franc. 22 [1952] 167, 32 [1962] 400-432 y 33 [1963] 69-81. En Coll. Franc. 32 [1962] 433, nota 190 se afirma que las ordenaciones para los seminarios de Lerín y Vera se aprobaron en la congregación definitoria! de 1797 y se promulgaron en septiembre de 1798. Hacemos notar que en favor del convento de Lerín, como casa de retiro y perfecta vida común « baxo las Constituciones echas para ellos [conventos o colegios de misiones] por el difunto

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