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342 EULOGIO ZUDAIRE de acusaciones contra su lealtad a la corona española. Teodoro de· Croix, sucesor de Jáuregui, se las remitió reducidas a 22 capítu– los 131 • Se le achacaba complicidad en la muerte del corregidor y coronel del ejército don Antonio de Arriaga, ánimo sedicioso en las intrigas monjiles del convento de Sta. Catalina del Cuzco y sospechosos contubernios con los amigos y parientes de los Tupac Amaru (los Ugarte, Capetillo, Palacios, etc). Se le obligó a embar– carse para la península (5 de abril de 1786) por considerar insu– ficiente la Información en su defensa que para el rey había entre– gado al obispo de Arequipa y por haberse inhibido la Real Audiencia de Lima, al cabo de dos años de estudiar el proceso, de adoptar una resolución, salvo la del extrañamiento. Llegado que hubo a España, comenzó sus apelaciones al rey, al nuncio y al papa, hasta que Carlos IV, ajeno a las perturbaciones suscitadas en vida de su padre, logró serenar el ánimo del obispo Moscoso « con un real decreto muy honroso», por el que se le preconizaba arzobispo de Granada, promoción que si para el agraciado significó un reco– nocimiento de su inocencia, fue para las autoridades virreinales la ratificación de su propuesta. Intervino, por tanto, el obispo fray Miguel de Pamplona en el proceso del obispo Moscoso. Le visitó en Cuzco y recibió de él un alegato de defensa. Y todo ello en el mismo año 1783, cuando apenas había tomado posesión de su sede de Arequipa. Refiere el virrey Jáuregui en su citada Relación o Memoria: « Tuve la complacencia de hospedar en el Real Palacio al Reve– rendo Obispo de Arequipa, Dn. Fray Miguel de Pamplona, habiéndose conducido aceleradamente, a fin de conferir y allanar varios asuntos para que creyó necesaria su presencia en esta capital». Sospechamos que .el virrey aprovechó aquella oportunidad, en que el obispo fray Miguel fue a exponerle el problema del hospicio y el de la reforma de costumbres, para encomendarle las gestiones medianeras que realizó al fin de acuerdo con la Real Audiencia de Lima. Debió de pasar por la capital hacia el mes de agosto, por referirse a la sublevación ya apaciguada de Huarochiri (junio-julio 1783 ), como a hecho reciente 132 , y por hallarse en Cuzco a principios de octubre, con su gestión ya resuelta, tras sus permanencias en Lima y en Huamanga. Si tardó en visitar a su paisano don Agustín de Jáuregui, 131 AGI, Lima, 666: « Informe al Ilmo. D. Manuel de Peralta y Moscoso, obispo del Cuzco, de todas las acusaciones que se han formado contra él ». Lima, 26 de diciembre de 1784. . l32 « Fui al [obispado] de Lima, donde últimamente huvo confederación de levanta· miento; y de Lima por Huamanga, donde no la huvo, me vine aquí [Cuzco], donde huvo– tres » (AGI, Cuzco, 75). En esta carta del obispo fray Miguel a Carlos III (Cuzco, 12 de· octubre de 1783) se contienen las noticias referentes a su gestión con el obispo Moscoso.
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