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326 EULOGIO ZUDAIRE plona juicio de residencia, como consta del primer capítulo del– memorial que dicho Padre presentó contra él, sin los necesarios comprobantes ' 94 • Eso era al menos lo que se murmuraba de la presencia del P. Gayanes en Santa Fe. No hay gobernador que no· nos eche en cara lo que se hizo con Galluzo; y de ahí derivan la mayor pa~te de las « quimeras » o choques que se experimentan en la misión, con los gobernadores, obispo y virrey, que nos van usur– pando todos los derechos. De tantas cosas como afirma el P. Pam– plona habernos conseguido, lo único apreciable es habernos ade– lantado el sínodo o subsidio de S.M. por cada misionero. No informó. al Capítulo ni de los resultados de su visita ni de· sus otras gestiones; « porque como pretendía ser Prefecto, según se dice para con-· seguir la mitra de Cartagena, no aviéndolo logrado, se fue como fu– gitivo, sin manifestar cosa alguna... En el Capítulo no merecimos los. Padres que ni siquiera por urbanidad nos dixese el estado de la Mission ni como quedábamos, pues primero permitió que algunos papeles del archivo quedasen en manos de los seglares, que en poder de los Padres, y esto rio fue otro el motivo que no querer que la. Missión tuviese noticias hasta que él estuuiese fuera ». Por los originales que se llevó dicho Padre, podrá comprobar V .R. las arbitrariedades virreinales, que de estos manejos del P. Pam-· plona han derivado. Sólo por atención a él había mantenido en Santa Fe a los PP. Gayanes y Bocairente; « pero los voy a sacar· del Hospicio que hay en Santa Fe y ponerlos donde trabajen, que más razón es esté allí un pobre viejo que un muchacho ». Eso· no obstante, allí continuó de superior el P. Félix de Gayanes por lo menos hasta mediado el año 1781, y al mismo hospicio continuó· incardinado el P. Bocairente, que ejerció la vicaría desde 1778, fue su presidente en 1788 y, como miembro de dicha comunidad,. tomó parte en 1791 y 1792 en las misiones circulantes de Tunja 95 •. 94 Gravísima acusac1on es ésta de habei pedido juicio de residenciaJ por las fatales: consecuencias que podían seguirse contra el encausado. Hasta los más encumbrados jerarcas-, temblaban ante él, por la dureza inquisitorial con que solía procederse, máxime cuando el juez de residencia abrigaba pocas simpatías por el residenciado o muchas ambiciones por,. promocionar. Cierto que no se procedía caprichosamente, porque el propio juez sería también residenciado al cese de su cargo. De Galluzo habían murmurado ya los misioneros– por lo fantasioso de su supuesta acción contra los indios. No podemos pronunciarnos sobre· el trallazo del P. Moratalla contra la honradez moral del P. Pamplona sin un examen directo de su extraviado memorial. 90 ANTONIO DE ALcÁCER, La Capuchina, 84, 91, 94 y 100. Suponemos que el P. Eugenio• de Valencia (Necrologio, 42 s) se fundó en alguna crónica fidelísima para afirmar que el P. Félix de Gayanes « trató de separar la Misión de la Provincia, entendiéndose con otros. Padres ». Se descubrió a tiempo la conjura y los superiores le hicieron regresar a la. península. Murio en Alicante el 27 de enero ele 1795. En la lista aprobada por S.M. el
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