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316 EULOGIO ZUDAIRE can un sacerdote, que los más viven amancebados... y así viven como ateystas o luteranos». Los goajiros, por su parte, son gente indómita y cargada de sacrilegios, desde la sublevación del año 1769, en que quemaron cuatro iglesias, profanaron los ornamentos sagrados y asesinaron a más de 60 personas. Un batallón de 100 hombres, llega– dos desde Cartagena, logró sosegar la provincia con dádivas y buenos tratos. El coronel Arévalo creyó en las palabras falaces de los goaji– ros; y a instancias suyas, el virrey Guirior y el obispo don Francisco Calvo pidieron sacerdotes; pero el que suscribe, P. Mosqueruela, tuvo, que huir de Boronata por las amenazas de los goajiros de Orino. Llegaron los 20 capuchinos valencianos. « Ya saben los pobres lo que son los yndios Guaxiros, su arrogancia y reueldía y no querer acer nada de lo que les manda un religioso ». Los golpes de mano que pretende haber dado el comandante Galluzo son puras baladronadas, « victorias imaginarias». « Esto ba despacio, todavía están los yndios echos unas fierras» [sic]. Escribía todo esto el P. Mosqueruela desde Fernambuco, pueblo de indios coyamos, entre los cuales se encuen– tra todavía el año 1788, según testimonia en su relación, ya citada, el P. Bernardo de Espera 75 • A media hora de Fernambuco vivía, entre indios tocaimos, el prefecto, P. Antonio de Alcoy, en el pueblo de Sa– bana del Tuerto, levantado a costa de su propio sudor y en condicio– nes climáticas y agropecuarias tan favorables que podían los indios mantener comercio de frutos y ganados con los españoles. Y los mi– sioneros, fatigados de cuerpo y de espíritu, apetecerlo como residen– cia de quietud y de reposo 76 • Fue esta misión, con sus estaciones respectivas, la última que visitó fray Miguel. Había ya recorrido con todo sosiego las antiguas de Valledupar «porno haber en ellas guerras» y solicitado del virrey que, con cargo al patronato regio, se concediera un subsidio de 100, pesos para la nueva iglesia que se estaba construyendo en Tucuy. Extrañaba en cambio al P. Alcoy que, habiendo invertido apenas cuatro días en visitar las dos misiones de los chimilas y la de Tupes,. se entretuviera no menos de veinticuatro en su demarcación. Pero, aun dando por válida esa diferencia de plazos, no debe juzgarse arbi– traria: en el Tuerto residía el prefecto de toda la misión; nadie como, 75 Pueblo de Pernambuco, 15 de agosto de 1776, fray Francisco de Mosqueruela ar P. Andrés de Valldigna, ministro provincial (APV, doc. 933-5). 76 APV, doc. 935-5, fray Joaquín de Moratalla, prefecto de Santa Marta, al padre· provincial y comisario general (Valledupar. 30 de 1narzo de 1778). Cf. ANTO:N:IO DE ALCACER, Las misiones capuchinas, 221, 230 y 240. Contra los temores del P. Moratalla de que fray Miguel de Pamplona intentase subrepticiamente entregar al obispo el pueblo del Tuerto, todavía en 1795 continuaba al cargo espiritual de un capuchino valenciano, P. Pedro de· Mallorca.
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