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nera competente y respetable sin pasar por el filtro de la ética y de la justicia social. Cuando esto no ocurre surgen los conflictos y las tensiones en el interior de la profesión, con el público destina– tario, con las instituciones y la justicia. En los MCS ha habido siempre y hay quienes, conscientes de la nobleza de su misión social, desean rearmarse y protegerse contra las corruptelas per– sonales y corporativas del sector. Esta es la posición de sus re– presentantes profesionales más competentes y humanamente más cualificados. En teoría existe un consenso bastante generalizado sobre la necesidad de una ética de la información que sea mínimamente aceptada por todos. Pero algunos se preguntan para qué serviría una ética que la mayoría de los profesionales no están dispuestos a respetar en la práctica. Existen también serios prejuicios sobre los conceptos mismos de ética, moral y deontología. Se los asocia frecuentemente a los consejos de la abuela, a recomendaciones piadosas y actitudes apocadas frente a la vida. En suma, algo in– útil para el ejercicio de una profesión que requiere iniciativa, arro– jo y temeridad, y lo que es todavía peor: hay quienes ven en la ética profesional de la información una amenaza contra la libertad de expresión. Otros, con el pretexto de informar, piensan que es lícito el recurso a cualquier medio para lograr el fin informativo que se han propuesto. El fin de informar justificaría cualquier me– dio. El mismo concepto de libertad de expresión suele recibir in– terpretaciones bastante diversas. No hay concepto ético funda– mental que escape a la necesidad de alguna revisión en el campo de la actividad informativa. Se puede discutir sobre la utilidad de una determinada cul– tura ética. Lo que no admite reparos serios es la conveniencia y necesidad de que los informadores adquieran una conciencia de dignidad profesional respetando las reglas mínimas de conducta inspiradas en la razonabilidad. Un informador puede conocer to– das las teorías éticas existentes en los diversos sistemas filosófi– cos y comportarse como un irresponsable en su trabajo. La mera erudición ética no asegura de una manera automática la correc– ción del comportamiento profesional. Por el contrario, si insisti– mos en una formación ética inspirada directamente en la razona– bilidad inherente a nuestra condición humana, el estudio de la ética informativa nos ayudará a saber discernir en justicia entre el buen o mal uso que pudiera hacerse de los MCS.

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