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FRAY MIGUEL DE PAMPLONA 305 que se estaban formando, uno de los cuales era el de Bahíahonda,. cuya reconstrucción, tras la pacificación de los indios, acometió el coronel Arévalo que lo guarneció de ourallas y torres; su vecindario, era totalmente de españoles, en tantJ que Boronata, residencia de los caciques, constaba de indios y de españoles y el pueblo de Rin– cón, incendiado por los goajiros, se componía de indios, zambos, mu– latos, etc••. Mientras se organizaban los misioneros con el comandante Ga– lluso conseguía en Cartagena el P. Miguel que se garantizara a cada misionero la entrega de cuatro reales de plata diarios (o de diez reales de veUón): los dos en pan, carne y arroz y los otros dos en moneda. Pues no era culpa suya que no se hallaran erigidas las 22 parroquias (contra lo informado el 22 de octubre de 1773), sino sola– mente 13, difíciles de mantener, las unas por la poca generosidad de los feligreses y las otras por la suma pobreza, principalmente de los indios. Dejó además el P. Pamplona, a disposición de los misioneros, los 120 pesos duros que de limosna 1~ habían entregado en Caracas. A petición de los nativos fueron destinados a sus poblados de Laguna Salada y Arroyo Cardón los PP. Joaquín de Moratalla y Bue– naventura de Bonifairó, « con un so~dado por escolta»; pues, aun– que el P. Miguel no conceptuaba a los goajiros « tan malos como los pintan», el comandante general don Antonio de Arévalo, quemado por dura experiencia, los miraba con recelo, temeroso de que a la vista del capuchino volvieran a sublevarse, « aunque vemos por la práctica lo contrario, pues un Cacic_ue o Capitán de ellos, apenas llegamos, nos embió desde treinta leguas su hijo a darnos la bienve– nida y pedirnos fuéramos a su tierra :::uanto antes » 45 • Dado caso que se intentara entrar en aquellos poblados al son de cajas y tambores de guerra, había ordenado el P. Miguel a su vicepresidente, P. Ma– riano de Murviedro, que se retiraser_ todos los misioneros; pues el gobernador « en casa de quien como pariente estoi alagado [sic], me ha dicho que él los necesitará a todos en su Govierno, para colo– carlos en el Golfo de Darién, que el rei ha resuelto conquistar, y este comercio ofrece dinero para la conquista. Como solo dista 50 leguas de aquí, terminada la conquista habría dónde emplear a estos y otros •• Informe a S.M., del P. Pedro de Altea, prefecto de las m1s10nes en 1788, en: Ar– chivo Nacional de Bogotá ( = ANB), Curas y Ob~spos, tomo 20, f. 700 s (véase en ANTONrn DE ALCÁCER, Las misiones capuchinas en el Nuevo Rqino de Granada, 210-215). •• « Frai Miguel de Pamplona, capuchino indigno », al padre vicario provincial y comisario general de la Misión de Riohacha, de:.cle Cartagena, 15 ele junio del 1775 (APV, cloc. 932-1), y al padre provincial « que habrá ya regresado de Roma » y al que desean verle el ministro Roda y « nuestro duque de Híjar », desde, Ca:tagena de Indias, 30 de julio de 1775 (AVP, doc. 932-3, leg. 3/2).
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