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84 EULOGIO ZUDAIRE, O. F. M, CAP, en el tablado otro responsable de aquella tragedia nacional: el Cardenal Mazarino. Birago, por su parte, comenta : "Ma chi si i~allegro piu di tutti dellacquisto della Catalogna, fu il primo mi– nistro di Francia il Cardinal Richelieu, il quale come fu il primo che fomento el pensiero di quei Catalani che ricorsero a lui, cosi con suoi artifici di mandare si limítate i soccorsi, gli trasse finalmente sua necessita di gettarse totalmente nelle braccia di Francia, per fuggire il castigo d'essersi sollevati" (35). Y prosi– gue el mismo Birago que el Cardenal, a fuer de buen pescador, no se daba prisa en socorrer a los catalanes (36), pues, una vez que el pez se tragó el anzuelo de la rebelión, no le urgía traerle hacia sí, aunque le viera debatirse y luchar, porque estaba se– guro de la presa. Es decir, que por Richelieu se declaró rebelde el Principado catalán, por Richelieu renunciaron a sus sueños de República platónica-afirmación discutible, por los compromisos estratégicos que le creaba la nueva situación-para entregarse de pies y manos en las del Rey Cristianísimo, (23 de enero de 1641) y a merced de Richelieu vivieron los catalanes hasta que Dios quiso remediarlo con la muerte del Cardenal. Y con Riche– Heu ha entrado en escena, y también con aires de protagonista, el tercer personaje. Ahora bien: según el mismo Birago (pág. 70), y conforme a los relatos oficiales, el alma de la revuelta fué Pa– blo Clarís, y fueron Tamarit, Quintana, Vergós y Vilapiana; y el propio Vergós, en carta a la Reina María Ana, dice que él fué el voto en las juntas secretas para que Cataluña pasara a la Coro'na francesa, y por este motivo demanda mercedes (37). (35) Birago, A.: DeUe Historie Memorabile, Libro Primo, Della Solleva– tior1Je di Oatalogna. Venecia, 1653, pág. 80. (36) Alude a la capitulación por la cual, a poco de iniciadas las hosti– lidades, Mr. de Spenan entregó al de los Vélez la plaza de Tarragona, a 22 de diciembre de 1640. El hecho llenó de confusión a los rebeldes, los cuales, desde entonces, debieron de juzgar más acertado renunciar a ciertos preten– didos derechos a cuenta de asegurarse una más eficaz ayuda de Richelieu. Cfr. M. H. E., XXII, págs. 22 y sigs. y 173 y sigs. (37) París. AAE., ser. cit., vol. 23, fol. 415 (año 1643).

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