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r1N TORNO A LA REVOLUCIÓN CATALANA DE 1640 71 cedido en Barcelona desde 7 de junio deste presente año de 1640 hasta el 19 del dicho" (fols. 20-25 v.), relación que no varía sus– tancialmente de las versiones oficiales u oficiosas de fuente ca– talana, y que, a nuestro juicio, debió de escribirse bajo la mirada de Pablo del Rosso para su dilecto Cardenal Francisco Barberini. Por desgracia, faltan varias cartas de las remitidas por el Ca– nónigo a la Corte pontificia.•En la primera de la serie se alude a otras cuatro que le precedieron; de la segunda (31 de octubre de 1618) a la tercera (2 de mayo .de 1635) hay una falla de diecisie– te años; en la que escribió al Cardenal Barberini a 10 de sep– tiembre de 1642 habla el Deán de otras varias que le dirigió des-.• de Rosellón en el mes de abril. Quizá por aquello de que lo que falta es siempre lo más inte– resante, o por9ue falta por el hecho mismo de serlo, ello es que bien pudiera hallarse, precisamente en esa cartas extraviadas, la clave de ciertos enigmas, que, en su lugar respectivo, habremos de indicar. "EN SERVICIO DE DIOS ... " Es tema aún no perfilado el de la intervención de los eclesiás– ticos en la revolución catalana de 1640. Lo oficial y universal– mente admitido se reduce a la actividad tortuosa del Canónigo Pablo Clarís, a la propaganda literaria de fray Gaspar Sala, del padre Fornés, etc.; a la embajada del capuchino P. ·Bernardino de Manlléu, a las soflamas de los predicadores contra los "incen– diarios" de las iglesias de Ruridarenas y Montiró y a ciertos vis– lumbres de los manejos subterráneos del "sacristán" doctor Mo– rell, sacerdote espía, y de los Canónigos de la Seo Urgel o del monje Ferrán, confidente de Richelieu ... y quizá ni esto último llegaron a alcanzar el común de los historiadores. Pero la reali– dad de esa influencia y la efectividad de sus resultados son in– negables. Reiteradamente afirma Del Rosso que el Cabildo de la Seu de Barcelona "fué piloto en el servicio de la Real Corona de Fran-