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4 E. ZUDAIRE HUARTE te deducirá el lector que móviles mucho más trascendentales y remotos que el de humillar a Cataluña, aún en buena armonía con el poder cen• tral, venían impulsando al Rey y a su Privado, desde mucho tiempo atrás, a intentar una diversión de fuerzas por la frontera rosellonesa. Razones de política interna (v. gr., el fracaso de las Cortes catalanas de 1632 y el plei– to de los quintos) y atenciones de orden internacional pudieron distraer un tanto a nuestros consejeros de aquellos remotos planes. Pero los contuber– nios franceses con Holanda y los príncipes italianos y el optimismo que las buenas nuevas por el descontento de gascones y languedocianos con su primer ministro habían suscitado en el nuestro, junto con la presión creciente que se iba ejerciendo sobre los frentes tradicionales, pusieron de nuevo sobre el tapete la cuestión rosellonesa. Y a 26 de febrero de 1635 ponderaba el Consejo de Estado la necesidad de volver a informarse so– bre las municiones de guerra y fuerzas vivas que guardaban el castillo de Leucata, •para hacer juicio ajustado de la gente que bastará para esta fac– ción y para pensar si sera bien blocarla o atacarla por trincherones•. Me· ses después, cuando Francia nos ·declaró la guerra, apremió Felipe IV al virrey, duque de Cardona, para que intentase algo contra la nación veci· na y más concretamente contra aquel puesto fronterizo de Leucata; pues, con sus 4.000 infantes y 1.200 caballos que llegarían a juntarse entre el ejército regular y milicias del Principado, •podría en un descuido hazerse alguna cosa buena•. Que consultase con D. Felipe de Silva y le transmi– tieran lo resuelto por ambos, •para que también por Navarra y Guipúzcoa se obre al mismo tiempo, pues se podría salir con algo y por lo menos se llamará a la frontera». 8 No se tratará, por tanto, cuando llegue el momento, de una improvi– sación, sino de convertir en ofensiva regular lo que hasta entonces no ha– bía pasado de ayuda vergonzante a los enemigos internos del francés. REGALIA DEL «PRINCEPS NAMQUE» Entre tanto el virrey Cardona iba previniendo lo necesario para la · empresa. A fin de que aquellos pueblos estuvieran descansando, había sa- Felipe II para unir sus fuerzas con las del conde Ladrón, capitán de su guardia alemana, que estaba ya en Languedoc con seis mil infantes tudescos. s A. G. S., Estado 2655. Consulta de 26 de febrero de 1635; carta del Rey al duque de Cardona, l de octubre de 1635. 88

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