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24 E. ZUDAIRE HUARTE trarias y a poco más de cincuenta el número de hombres hábiles para las armas. 69 Concluye el Rey con que no faltaron órdenes y medios que pudieran haberse aplicado con la mayor providencia, ni fue tan abatido el valor de sus soldados como se había venido refiriendo, ni tan grande la bizarría del enemigo en su contraataque. CONSECUENCIAS Perdióse en aquella aventura (el segundo gran descalabro del conde de Cerbellón, buen militar en otras ocasiones), toda nuestra artillería (no hubo barcas ni bueyes en que transportarla), miles de doblones de plata, muchas banderas, 400 quintales de pólvora, 600 quintales de plomo, mu– chos quintales de mecha, más de seis mil mosquetes y tal cantidad de gra– nadas, bombas, ingenios explosivos, 70 armazones, caballetes, pontones, ar• neses y material de zapa, que su descripción resultaría enojosa; había ver– daderas montañas de herraduras, clavos, garfios, como para una empresa gigantesca. 71 Por donde nadie podrá culpar al Conde Duque de imprevi– sor y aventurado. Tan desatentadn debió de ser la fuga, que no sólo hallaron en orden perfecto todo nuestro parque de artillería, sino, en la tienda de Cerbellón, toda la vajilla de plata y la de los otros oficiales, como de quien se dispo– nía a una importante facción; más todo el dinero de las pagas. 72 Calculá– ronse en un millón de ducados las pérdidas de material y en más de 1.500 69 Mercure franr;ois, XXI, págs. 496 y siguientes. Según escribió el Dr. Mir al conde de Santa Coloma, se venían disparando de 400 a 500 cañonaz.os diariamente. Perpiñán, 23 de septiembre de 1637. A. C. A., Corr. O/dad., caja 2. No es fácil precisar los efectos de aquellos tiros, pues, mientras el autor de las Guerras en España y Francia... (Bibliote– ca Nacional de Madrid, manuscrito 2368, fol. 13) juzga que podía darse el asalto a pie lla– no, el Mercure franr;ois afirma que las principales obras de defensa permanecieron intac– tas. Lo innegable es la indecisión en el ataque, pues, luego de conquistada la contraes– carpa de una media luna, permanecieron en ella remisos, sin saltar al foso ni abrir brecha, «pensando que se rendirían los de la plaza sin dar el asalto». Merced n aquella irracional tardanza pudo Halluin entrar socorro en la plaza y organizar el contraataque. 10 «Cercles a feu» los denomina el Mercure franr;ois: tenían la forma de una corona de espinas, cargada de materias inflamables, pistoletes y metralla. 11 Macare franr,ois, XXI, págs. 499-500. 12 Mémoires du Cardinal de Richelieu, 111, pág. 217. 108
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