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14 E. ZUDAIRE HUARTE Era Leucata la llave del Languedoc. El camino de Perpiñán a Narbo– na pasaba por entre la montaña y los dos centinelas avanzados, español y francés, levantados en las riberas opuestas de la laguna. Adueñándose de Leucata, podía nuestro ejército derramarse libremente por la llanura francesa. Y eso temieron nuestros enemigos, según confiesa Richelieu en sus Memorias. 4 ° Cerbellón, con muy buen acuerdo, mandó atrincherarse en el único punto de acceso para el francés, ya que el resto se hallaba de– fendido por el agua y por una escarpadísima montaña. Se apoderaron del puesto de Nouvelle, se alojaron en la isla de Santa Lucía y se fortificaron en la Palma. Nuestra artillería, que no se había po– dido transportar por Malpás, tuvo que ser reei:nbarcada en Salces: vientos contrarios retardaron su llegada, haciendo que se perdiera un tiempo de inestimable valor, porque permitió a Schomberg reforzar la guarnición con mil hombres bien armados y montar guardia en las proximidades con otros mil. Mientras el duque de Halluin organizaba el contraataque, conjurando al arzobispo Sourdis a desembarcar con sus galeras en Leucata y convo– cando a nobles y caballeros, obispos y plebeyos de Narbona, Toulouse, Montpellier, Bezieres y Alby, el conde de Cerbellón continuaba abriendo trincheras (de más de 1.200 toesas de longitud}, bombardeando la plaza y tratando d~ sobornar, mediante el espía doble Rouc (comerciante francés afincado en Barcelona) al defensor de la plaza, Mr. de Barry, quien caba– llerosamente rechazó la oferta. 41 Pese al descontento que Halluin había nuevo recinto amurallado, sin terraplén, de modo que apenas ofrecía resistencia a la arti– llería (Capitain RATHEAU, Monographie de leucate). Dice en sus Mémoires el marqués de Monglat, que al enterarse Carlos V de la construcción de Leucata o «de la oca», ideó el castillo de Salces, esto es •sauce pour manger l'oie». Y el marqués de Vi!lafranca: que no se habían fundado Salces y Leocata «sino para darse pesadumbre el uno al otro, el Sr. Emperador y el Rey Feo. de Francia,. A. G. S., Estado, 2660. Junta del 12 de marzo 1638. 40 Mémoires du Cardir¡al de Richelieu, III, pág. 212 (París 1838). 41 Mercure fran<;ois, XXI, 427. Le ofrecieron, a cambio de la plaza, 5.000 escudos en mano y 6.000 de por vida. Respecto del bombardeo, escribe el cronista francés: «Die– ron los españoles las buenas tardes a los sitiados con cuatro morteros, que en forma para– bólica arrojaron b9mbas enormes de extraña factura, desconocidas en el Languedoc; eran como globos o granadas de hierro, tres veces mayores que las de cañón, huecas y llenas de pólvora, azufre, alcanfor, pez y otras materias inflamables (Id., pág. 434-436). Cf. E. SuE, Correspondance de •.. Sourdis, 1, págs. 488,489, carta de Schomberg al arzobispo de Bur– deos, conjurándole a desembarcar. 98

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