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44 E. ZUDAIRE HUARTE tenían la persuasión íntima de que, si llegáramos a disponer ·de un buen ejército, no se les perdonarían sus injerencias en Flandes y en Italia. El propio Conde-Duque se vio precisado a sacudirse el mo– chuelo de belicista con que le había cargado el embajador fran,cés en Madrid: "Y recorriendo la memoria, he llegado a pensar si se origina este cuento de que, diziéndome algunas vezes y muchas Mons. de Ba– rrault que agradeciéssemos al Rey Christianíssimo el no haber en– trado hasta Madrid con su exército, con más bondad castellana que gentileza francesa, le respondí: que la dificultad no estava en entrar, sino en bolver, y que no huviera buelto un hombre a Francia. Si esto se llama allá amen~a, acá no" (134) . Fuera novedad inexplicable que la ejecución de las órdenes reales ritmara al "tempo" de las impaciencias de Olivares. Las galera.a que habían de llevar a Génova al Cardenal Infante no estuvieron a punto ni eri noviembre ni en diciembre ni en los cuatro meses de invierno. Sin disgysto, antes con alegría, aceptó el serenísimo Infante aquellos ocios políticos, que le permitieron celebrar las más solemnes, gustosas y regocijadas carnestolendas que se pudieran soñar. "Todo es fiesta y saraos -escribe a su tía-abuela, Isabel Clara Eugenia-. Y yo boy a todos, de rebozo, por el luto y también por las faldas, que aquí no es escusa en este tiempo" (135). No tenía por qué mostrarse resentido con unas gentes que tan ga– lantes se habían mostrado con su persona: "Yo debo muy buena vo– luntad a los catalanes y no es creíble lo que desean festejasme; y el mal suceso de las Cortes tuvo otros motivos que no son dificultosos de adivinar". Motivos de gratitud le obligaban por el solícito cuidado con que los conselleres le atendieron durante su enfermedad: visitas, rogativas, misas en altares privilegiados, peregrinaciones a Montse~ rrat, procesiones día a día. No fue el Cardenal Infante quien provocó la contienda de la co– bertura, sino sus consejeros y el secretario Juan Lorenzo Villanueva, ni quien la continuó, sino que se limitó a leer los despachos que le venían de Madrid (cuando no llegó a retenerlos por evitar mayores (134) AAE, Oorr. Politique, Espagne, vol. 17, fols. lól-152. Conde-Duque de San Lúcá.r a Galarreta, 6 de febrero de 1632. (135) Ibíd., fols. 138-139, Cardenal Infante a su tía-abüela. Barcelona, 5 de febrero de 1633.-Ibjd., fol. 1'39, D. Diego. de León: "las más solemnes carnesto– lendas del mundo son essas y andamos todos hechos locos y enmascarados".

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