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De estampía abandonó· Felipe IV la ciudad de Bar~elona una ma-' ñana del mes de mayo de 1626. Por la impaciencia de los unos y la roncería de los otros, .se habían dejado inconclusas la.s Cortes abiertas un mes antes apenas. Cataluña había quedado chasqueada, y el Mo– narca sin el donativo o subsidio que tanto hambreaba su empobrecido Erario. ¿ Cómo consentir en el fracaso de tantos años de espera y de tantas esperanzas de concordia entre los requerimientos del poder central y las apetencias de las autoridades provinciales y locales? El 14 de agosto de 1628 notificaba Felipe IV a los conselleres de Barcelona que su hermana, la Infanta María, celebraba bodas con el Rey de Hungría, "de que he querido daros quenta por el contenta.. miento que havéis de tener en ello" (1). Al mes siguiente volvía a comunicarles la, misma fausta noticia, añadiendo que había determi– nado acompañarla en su viaje hasta Barcelona, permanecer con ellos más sosegadamente que la vez pasada y concluirles las Cortes. Por sólo darles honra y gusto había prescindido de los muchos· inconve– nientes que se le atravesaban. Confiaba en que los barceloneses sa– brían corresponderle, haciéndole un anticipo reintegrable para los gastos de la jornada: "fío tanto dessa ciudad, que en esta ocasión como en otras se experimentará vuestra mucha fidefü:lad y amor a mi servicio" (2). (1) Archivo Hi.stórico de la Ciudad de Barcelona, Oartas Reales: E! Rey a los conselleres. Madrid, 14 de agosto de 1628. (2) Ibid., carta del 22 de septiembre.

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