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ANALISIS DE LA REBELION DE TUPAC AMARU 73 compartida con sus sobrinos Mariano Tupac Amaru y Andrés Mlendi– gure. Con cierta independencia gobernaron sus partidas Alejandro Ca– lisaya, Carlos Nina Catari y el buhonero Julián Apasa (Tupac Catari), notable por su brutalidad y por su genio excéntrico (por muy prócer aUoperuano que le titule el profesor Daniel C. Vakárcel); llegó a con– siderarse virrey, y virreina a su mujer Bartola Sisa (Bartolina le nom– bran por galantería los historiadores, no los documentos coetáneos) y terminó descuartizado por cuatro caballos. Con el arte y eficacia de sus «silbos pastorales» consiguió el obispo del Cuzco, ilustrísimo don Juan Manuel Moscoso y Peralta, estimulado por especial comisión del virrey Agustín de Jáuregui, ganarse la con– fianza de Diego Cristóbal y de sus dos sobrinos y atraerlos al amparo del indulto general (Sicuani, 27 de enero de 1782... ). Se celebró el acontecimiento, por voluntad del primer magistrado, con misa solemne y un· tedeum en la catedral de Lima y en la del Cuzco y en todas las otras iglesias del virreinato; con festejos populares y tres noches conse– cutivas de luminarias. Como los preliminares de paz, tras una guerra internacional. Pocos fueron, sin embargo, los que aceptaron la sinceri– dad de aquella rendición. Areche la atribuyó a necesidad imperiosa de los rebeldes, por sentirse acorralados, y a riesgo de ser entregados por los suyos (142). A petición de los neoconversos les señaló el virrey, previo dictamen del visitador y del fiscal, una pensión anual de 1.000 pesos a Diego Cristóbal y de 600 a cada uno de sus sobrinos, Mariano Tupac Amaru y Andrés Mendigure. Tampoco faltaron protestas del propio Areche contra este rasgo de generosidad. Y el consejo de Indias las refrendó (143). En tomo del tío y sobrinos, y de otros sujetos significados, como Miguel Bastidas Puyucahua, hermano de Micaela Bastidas, se ejerció cautelosa y continua vigilancia. Andrés y Mariano se acogieron a la palabra virreinal y se encaminaron a Lima, aunque no con la ingenui– dad que debieran. Jáuregui los alojó en el colegio destinado a hijos de caciques nobles, regido por el sacerdote navarro Juan de Bourdenave. Diego Cristóbal, preso de desconfianza, declinó la invitación. (142) Areche a Gálvez, núm. 269, Lima, 20 de febrero de 1782: AGI, Lima, 1089; idem a ídem, núm. 377, Lima, 23 de febrero de 1782: AGI, Lima, 1091, con informes anejos. (143) Areche a Gálvez, núm. 381, Lima, 4 de marzo de 1782: AGI, Lima, 1090; ídem a ídem, Lima, 16 de noviembre de 1782: AGI, Lima, 1087. Real orden de 27 de febrero de 1783, por la que se desaprueba la asignación: AGI, Lima, 663.
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