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16 Euu1'<no ZUDAIRE HUARTE firma del corregidor para cursar en su nombre órdenes convocatorias dictadas por José Gabriel Tupac Amaru (JGTA). Por liberarle de las penas del infierno, preocupación que parecía obsesionar al cacique de Tungasuca, procuró al coronel Arriaga auxilio pastoral desde el día 7 de noviembre en su amigo el cura de Pam– pamarcl!l, que no dejó de llamarle la atención sobre el crimen .que proyectaba. Entre tanto afluían a Tungasuca, merced a las letras con– vocatorias, caciques con personal de sus ayllus armados de hondas y rejones, bastantes mestizos y algunos criollos, entre los cuales se distribu– yeron armas de fuego y municiones que desde tiempo atrás venía alma– cenando Tupac Amaru y que había acrecentado notablemente con los 75 fusiles, las varias escopetas, balas, pólvora, cartuchos y uniformes, saqueados del domicilio particular del corregidor en Tinta por la inge– nuidad de su porter@, Manuel de San Roque, chileno, y por la compli– cidad del estanquero cuzqueño Pedro Venero, que abrió el almacén, el arca de caudales, de la que sustrajeron 22.000 pesos, y los armarios y alacena, que vaciaron de su vajilla de oro y plata (5). Al amanecer del día 10 de noviembre, la plaza de Tungasuca esta– ba acordonada por triple formación en pie de guerra hirviente de in– dios expectantes. A media mañana salió del calabozo el coronel de dragones del regimiento de Córdoba y corregidor por Su Majestad de la provincia de Canas y Canchis (Tinta) don Juan Antonio de Arria– ga y Gurbista, alavés noble e hidalgo, entre un piquete de ocho gra– naderos (indios), los tres sacerdotes que desde la noche antecedente venían conf<'Jiiando su espíritu y algunos caciques antiguos cobradores suyos, que le aguijaban para que caminase más de prisa. Precedía un pregonero, que entre clarinazos y redobles de tambor a usanza de guerra iba publicando que aquélla era la justicia que hacía el rey en el corregidor Arriaga por enemigo público y conocidamente nefasto. Con su muerte quedaban abolidos los repartimientos, las aduanas y alcaba– las, la mita del Potosí y las obvenciones de los curas. Comenzóse a leer el pregón en castellano; pero el infatuado José Gabriel, enhiesto sobre su cabalgadura, ordenó que solamente se leyera en «idioma índi– co, sin explicación ninguna en castellano». Despojóse a la víctima de sus insignias jerárquicas, vistiósele al pie de la horca un hábito franciscano, pasáronle la cuerda y, cuando el ver- (5) Autos seguidos contra Pedro Venero: AGI, Ouzco, 32, «Relación histórica del principio, progresos y estado de la Rebelión de Tupac Amaru en el Principado del Cuzco»: RAH, Colección Mata Linares, I, 269.

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