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66 EULOGIO ZUDAIRE HUARTE por los Bravo de Ribero, Boza, Sierrabella, había dado no poco en qué entender a los jerarcas y altos funcionarios de espíritu más centralista (Amat, Areche, Salas, Mata Linares), una delación en aquellas circuns– tancias significaba un codiciado triunfo que brindar al ministro de Indias, José de Gálvez. Antes de sufrir la prueba, había manifestado José Gabriel a uno de sus carceleros que, aunque le arrancaran las carnes, no soltaría prenda. Las carnes no le arrancaron, pero le quebraron el brazo derecho. Queda flotando en el aire la duda de si su presunción se reducía a simple baladronada; porque aun aquellos mismos limeños ilustres de quienes más podía sospecharse, pues que Tupac no titubeó en denun– ciarles como sus simpatizantes y partidarios de su entronque incaico, habían acabado por aconsejarle que, alcanzado el laudo favorable de la real audiencia, debería embarcarse rumbo a la metrópoli, para reci– bir del monarca las gracias que por antiguas reales disposiciones le correspondieran (129). Acusa, antes y después de la garrucha, como informados de sus planes a su propia mujer Micaela Bastidas, a Hermenegildo Delgado, a Miguel Montiel, a un Lucas Aparicio, afincado en Potosí, y a Ma– riano de la Barrera (130). El día 15 de mayo afirmaba José Antonio de Areche, delegado del virrey Agustín de Jáuregui, con todas sus facultades políticas, adminis,. trativas y judiciales, las nueve sentencias de pena capital. Habían actua– do como abogados defensores, con valentía y competencia (aunque sus razones no calaran en los jueces comisionados), los doctores Miguel Iturrizarra y Gregorio Murillo, abogados ambos de la real audiencia de Lima. Entre los cargos principales acumulados por Areche en su sentencia contra José Gabriel Tupac Amaru pueden señalarse: 1) su pretensión de coronarse como señor de los territorios de Perú y Buenos Aires y de presentarse en calidad de libertador «de las que llamaba miserias de esta clase de,habitantes, que logró seducir»; 2) haber fomentado entre los indios, mestizos y otras castas «odio implacable a todo europeo y a toda cara blanca o pucacuncas»; 3) haberse arrogado la alta potestad religiosa y política que competen a la Iglesia y al soberano; 4) incendio de obrajes; abolición de mitas concedidas por las leyes de Indias; de (129) Autos contra José Gabriel Tupa Amaro: AGI, Cuzco, 33, fol. 218. (130) lbíd., fol. 233, sesión de 9 de mayo de 1781.

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