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ANALISIS DE LA REBELION DE TUPAC AMARU 65 Dependencias del que fuera colegio de los jesuitas expulsos, al flanco meridional de la Plaza de Armas ·(Huaccaipata), sirvieron de prisión; porque en dicho edificio se había improvisado el cuartel gene– ral de la defensa y en él se alojaba el visitador y juez de todas las causas de sedición, José Antonio de Areche. Hasta el día 19 de abril no comienza el ciclo de interrogatorios con el jefe de la revuelta. Mata Linares y su principal, Areche, habían dedicado todas las horas del sol, y muchas a la luz de las candelas, a revisar la importante masa documental recogida en la residencia de Tupac Amaro en Tinta. El juez instructor completó sµs informes con las declaraciones previas (días 17 y 18) de varios testigos, presos igual– mente por colaboradores activos de José Gabriel Tupac Amaro: Fran– cisco Cisneros, ·Francisco Molina, Manuel de San Roque, Manuel Ga– lleguillos, Esteban Escarcena de Villanueva y Mariano de la Banda, que habían actuado de asesores, de escribientes y de comisarios de guerra; Francisco Tupac Amaro, Francisco Torres y Marcos de la Torre, afa– nosos en las levas e infatigables en sus hostigamientos. Nueve causas, de los que se juzgaron reos más descoUaíites, se sustanciaron a un tiempo, en el término rasante de un mes.. Asombrosa la capacidad de trabajo de Mata Linares, que no sólo dispuso y dirigió las visitas y los careos, sino que ·copió de su puño y letra cientos de folios, que, en su parte correspondiente, cada declarante firmaba dentro de la sesión procesal. Las causas más nutridas, en este primer perígdo, fueron la del ca– beza de la rebelión, José Gabriel Condorcanqui, que suma 310 folios; la de su mujer, Micaela Bastidas, 97; Antonio Bastidas, 38; Andrés Castelo, 27; Tomasa Tito Condemaita, cacica de Acos, 24; Diego Ber– dejo, 20; Francisco Tupac Amaro funde su causa con la de Marcos de la Torre, condenado a destierro; Hipólito Tupac Amaru, 18; Antonio Oblitas, 14. A las cuatro de la mañana del día 29 de abril, tras una triple exhor– tación paternal del oidor Mata Linares, empeñado en librarle de fatigas excusables, se aplicó a José Gabriel, terne en su silencio, el tormento de la garrucha;' pero sin resultado, porque no delató a ninguno de los presuntos cómplices limeños. .En sus días de euforia había blasonado de que siete o nueve personas (no concuerdan los testigos) de las de más viso, estaban en el secreto de la conspiración y le habían impul– sado a realizarla. Como desde los días del virrey Amat, el grupo criollo capitaneado 5
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