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ANALIS!S DE LA REBELION DE TUPAC AMARU 53 "' licias y pueblos, hombres y mujeres en repeler a los asaltantes; contra- dice el comandante de la plaza. que hubiera preferido «estar en una ata– hona que mandar en un pueblo donde no hay obediencia ni buena aten– ción, y sólo voluntariedad, todo pandillas y fines particulares» (99). El autor de la Relaición histórica del principio, progreso y estado de la rebelión de Tupac Amaru, luego de elogiar la- contribución heroi– ca de todos los ciudadanos del Cuzco, anota que el desengaño dejó consternado a José Gabriel, que daba por segura la insurrección de la plebe cuzqueña en su favor (100). No bien hubo despachado su segun– da embajada reemprendió sin esperar respuesta el camino de Ocororo y de Urcos, en cuyas inmediaciones y a orillas de la laguna Yanacocha «lloró mucho de no ser recibido por Rey en Cuzco» (101). En Aco~ mayo se hizo recibir a la entrada de la población con honores de prín– cipe o de majestad por el cura doctrinero, que hubo de salir a su en– cuentro revestido con capa coral, cruz alzada y ciriales y acompañarle bajo palio. Al entrar en la iglesia «haciendo figura de fariseo» oró con aparente devoción. De sobremesa manifestó al sacerdote, su anfitrión, 'que -se había retirado de Cuzco por dos razones: porque le pusieron de carnaza a los indios en primera fila y por haberse acobardado los mestizos que manejaban las armas de fuego, pero que no renunciaba a la toma de la ciudad. En Acamayo mandó degollar a varios criollos y mestizos; pudo ser despecho por su deslealtad y, como en el asesinato de Arriaga, alarde de poder soberano (102). No mentía José Gabriel en su apreciación de las fuerzas de choque enemigas: sobre los criollos y mestizos destacaban las formaciones de indios, entre los cuales cobra– ron especial renombre los de Anta y Chincheros, cuyos clarines hacían estremecerse a los adversarios. Sus caciques, Nicolás de Rosas y~Mateo Pumacahua, fueron ascendidos a coroneles de milicias con pensión vitalicia de capitanes del ejército en activo. Las deserciones en las filas tupamaristas parecieron recrecer. Provincias incialmente tan adic– tas como las de Tinta y Quispicanchi daban síntomas de flaqueza. Por (99) Informe del Cabildo del Cuzco, l. c., fols. Zllv-212. Gabriel de Avilés a Agustín Jáuregui, Cuzco, 14 de enero de 1781: AGI, Lima, 660 y 1040. (100) «Relación Histórica... Década Segunda»: RAH, Col. Mata Linares, IV, fols. 289 y sigs. (101) José Rafael Sahuaraura Tito Atauchi, «Estado del Perú», nota 39: AGI, Cuzco, 76, en que se halla el original y una copia. Este sacerdote, hermano del caci– que Pedro Sahuaraura, héroe caído en Sangarará, estaba a la sazón al servicio for– zado de Tupac Amaru: CDIP, II-1, 360. (102) «Relación Histórica... », en nota 100, fol. 295v.

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